
Cada 31 de diciembre, mientras el año se acerca a su final, las calles de cientos de ciudades se llenan de zapatillas, disfraces y sonrisas con la celebración de la carrera de San Silvestre, una de las pruebas populares más queridas y reconocibles del calendario deportivo. Lejos de ser solo una competición, esta carrera se ha convertido en un ritual colectivo de despedida del año, donde el deporte se mezcla con el ambiente festivo y la participación popular.
La historia de la carrera de San Silvestre se remonta a São Paulo (Brasil) en 1925, cuando el periodista Cásper Líbero decidió organizar una carrera nocturna inspirada en las pruebas francesas que se disputaban al caer la tarde. Eligió el 31 de diciembre por coincidir con la festividad de San Silvestre, papa del siglo IV, dando así nombre a una prueba que con el tiempo alcanzaría dimensión internacional. Aquella primera edición reunió a apenas unos cientos de atletas, pero sentó las bases de una tradición que hoy congrega a millones de corredores en todo el mundo.
En España, la primera San Silvestre se celebró en Madrid en 1964, impulsada por el entonces director del diario Pueblo, Antonio Sabugueiro, con apenas 57 participantes. Desde entonces, la San Silvestre Vallecana se ha convertido en la más emblemática del país y en una de las carreras populares más importantes de Europa, con decenas de miles de corredores inscritos cada año y retransmisión internacional.
Con el paso del tiempo, el modelo se extendió por toda la geografía española, dando lugar a San Silvestres en casi todas las provincias, adaptadas a cada localidad pero manteniendo el espíritu original: una prueba abierta a todos, sin importar edad ni condición física. En muchas de ellas, el carácter competitivo ha cedido protagonismo a la participación popular, los disfraces y el ambiente festivo, convirtiendo la carrera en una auténtica celebración urbana.
Más allá del deporte, la San Silvestre simboliza cerrar el año en movimiento, dejando atrás lo vivido y entrando en el nuevo calendario con energía y optimismo. Correr el último día del año se ha convertido para muchos en una tradición tan imprescindible como las uvas o el brindis de medianoche, una forma saludable y divertida de compartir la despedida del año con amigos, familiares y vecinos.
Hoy, la carrera de San Silvestre es mucho más que una prueba atlética. Es un fenómeno social, una fiesta del deporte popular y una tradición que une generaciones, demostrando que el mejor modo de decir adiós al año es corriendo hacia el futuro.






