
El gusto de los jabalíes por las lombrices, por las melucas, viene causando estragos en la explanada de la ermita de la Virgen de las Encinas en Abraveses de Tera.
Sobre la platea de la loma de Casares se procuró un césped con el fin de que los romeros contasen con una superficie más placentera, a los pies ya cansados y a la vista. La instalación de riego vino a estampar un verdor permanente con unos pocos cuidados. Pero hete aquí que a los jabalíes, esos cerdos salvajes que tanto abundan por los Valles en busca de comida, no se les ocurre otra cosa que hozar en la tierra levantando la pradera en busca de un apetitoso alimento.
Estos animales omnívoros, es decir que comen de todo, lo mismo les da los frutos de las encinas de los montes cercanos, que carroñas o basuras, se acercan a las zonas fértiles en busca de los no menos apetecibles titos del maiz e, incluso, hozan en la tierra en busca de uno de sus mejores alimentos, les vuelven locos las melucas. Nada mejor que aprovechar las noches lluviosas de otoño para hallar con facilidad el suculento manjar. En las noches lombriceras, los jabalíes la gozan con el apetitoso alimento.
La explanada de la ermita de la Virgen de las Encinas sirve de mesa y mantel, y el subsuelo, sobre todo circundando la nave de cabecera del templo mariano, es fuente de un lujoso manjar. Cuando la quietud domina, cuando el ocaso da pie a las noches lombriceras, los jabalíes se ponen las botas, muestran su regocijo.









