Se cortaron las manos para no ser esclavas: la histórica rebelión de siete mujeres en Castilla y León

Cada 6 de agosto, el pueblo de Simancas honra a siete jóvenes que en el año 843 se mutilaron para no ser entregadas como tributo al emir Abderramán II

Un 6 de agosto del año 843, en la Castilla vieja, siete jóvenes doncellas se convirtieron en heroínas con una decisión dolorosa que, no obstante, les sirvió para no ser entregadas como tributo al califa Abderramán II: se cortaron las manos, un acto de rebeldía que caló en un pueblo que aún les rinde tributo en la actualidad.

Leonor, Lucía, Laura, Eva, Isabel, Yolanda e Inmaculada fueron aquellas siete mujeres a las que la localidad de Simancas, en la provincia de Valladolid, recuerda cada 6 de agosto con el ‘Requerimiento de las siete doncellas’.

En esta cita en la que hoy en día jóvenes del pueblo encarnan a las heroínas, se rememora aquel episodio histórico ocurrido en tiempos de Abderramán II, cuando las siete mujeres de la villa se cortaron las manos en repudia a un tributo real por el que se las donaba como pago de un peculiar impuesto al califa.

«Si mancas me las dais, mancas no las quiero«, pronunció al ver a las jóvenes mutiladas Abderramán II, emir dé Córdoba, una famosa frase que pudo dar nombre al municipio al que los moros denominaban Bureva –‘Septimanca’ para los romanos–, según relata Francisco Javier Alonso del Pino en la ‘Leyenda de las Siete Doncellas de Simancas’.

El tributo medieval, por el que las jóvenes iban a ser entregadas, se aplicó por primera vez en el año 783 cuando el rey Mauregato, que era el hijo bastardo de Alfonso I de Asturias, quiso agradecer al califa Abderramán I su ayuda para auparse al trono astur con la entrega de cien doncellas vírgenes entre las que Simancas debía aportar a siete de sus hijas, elegidas por sorteo. Con estas doncellas, el emir podría renovar su harén, dedicarlas a su servidumbre o venderlas como esclavas.

Aunque los sucesores del rey astur, que fue asesinado cinco años después por los nobles Don Arias y Don Oveco, rechazaron el humillante tributo y lo cambiaron por dinero, el califa Abderramán II volvió a requerir el pago en mujeres en un momento de debilidad del rey leonés Ramiro I, que accedió de nuevo a ese requerimiento de las cien doncellas con el objetivo de evitar una invasión o más guerras.

Fue entonces cuando las siete mujeres de Simancas designadas para el pago en esta ocasión, Leonor, Lucía, Laura, Eva, Isabel, Yolanda e Inmaculada, decidieron durante su encierro en la torre de una fortaleza árabe cortarse las manos –algunos escritos hablan sólo de la mano izquierda– para evitar ser entregadas como esclavas al califa, un objetivo que consiguieron.

«Cortémonos los cabellos, cortémonos pues las manos, desfiguremos los rostros con la sangre que manemos. Pongámonos horrorosas y así no querrán llevarnos, no querrán tomar favor si el cuerpo desfiguramos», clamó la mayor a sus compañeras de confinamiento.

Este acto de rebeldía caló en el pueblo y provocó una pelea entre moros, que trasladaron al rey Ramiro otro requerimiento de nuevas doncellas, y cristianos.

NO VOLVER A USAR A MUJERES COMO PAGO

Posteriormemte, los dos ejércitos protagonizaron el 23 de mayo del año 844 la ‘Batalla de Clavijo’, cerca de Logroño, que terminó al día siguiente con la victoria de las mesnadas del rey cristiano y con la desaparición definitiva del tributo con la promesa de Ramiro I de no volver a usar a las mujeres como pago.

En la noche de aquella batalla el rey cristiano tuvo una aparición del Apóstol Santiago que le ofreció ayuda para la victoria final sobre los moriscos y por lo que Ramiro I estableció el denominado ‘Voto de Santiago’, por el que el ejército del rey reservaría al apóstol una parte del botín que se obtuviese de los moros en todas las batallas que se celebrasen.

Cuenta también la leyenda que las ‘siete mancas’ cristianas no regresaron a sus casas y quedaron mancas y vírgenes en un convento de monjas.

Ahora, Simancas recuerda cada 6 de agosto este episodio histórico con una representación teatral protagonizada por los propios vecinos. Puerta a puerta, el alcalde visita las casas de las siete elegidas a las que requiere con la frase: «Es requerida por este concejo para ser doncella de Simancas».

Estas siete doncellas, ahora interpretadas por jóvenes del municipio, visten trajes medievales con los colores del arcoíris, y asisten además a una misa solemne en honor al Santo Patrón de Simancas en la Iglesia parroquial.

Se da la circunstancia de que en el escudo de Simancas se pueden ver siete manos, en recuerdo a la gesta de las siete doncellas. Además, un monumento de bronce elaborado por el escultor Gonzalo Coello en honor a las jóvenes, preside la plaza de la Cal del municipio.

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