El solemne himno que narra la trágica escena de la Virgen María al presenciar la crucifixión de su hijo, Jesús, cerró la medianoche del Viernes Santo en la iglesia de Santibáñez de Vidriales dando paso a la Vigilia Pascual, a la Resurrección.
La tradicional procesión de la Carrera se retomaba con todo boato, tras la pandemia, siguiendo el protocolo establecido desde hace años. Enfilando el itinerario hacia el Barrio de Abajo, ya que cada año se dirige a uno u otro Barrio del pueblo, abría el desfile la imagen de Jesús Nazareno seguido de su madre, la Virgen Dolorosa. Ambas imágenes lucían todo su esplendor sobre las adornadas plataformas. Hasta la luna llena quiso sumarse al cuadro de dolor y el canto del «Miserere», el de la meditación sobre la culpa y la gracia, sobrecogía el alma, se hizo arte. Los redobles de tambor pregonaron el llanto reflejado en la luz de las velas. No fue una noche de tinieblas, pero sí de dolor. Y los devotos enfilaron el camino de regreso a la iglesia, llenando el templo como en las grandes ocasiones, para entonar el bello himno del Stabat Mater dolorosa.