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Millán Núñez Ossorio, nuevo presbítero de la diócesis de Zamora

Los fieles procedentes de todos los rincones de la diócesis abarrotaron la catedral zamorana acompañando a quien hace unos años, en el contexto de la Jornada Mundial de la Juventud, descubrió que Dios le llamaba a abandonar otros proyectos personales para ponerse en sus manos y, caminando con el Evangelio bajo el brazo, ofrecer a Cristo como camino, verdad y vida. Tras una larga y emotiva procesión de entrada en la que el ordenando participó todavía en calidad de diácono, la celebración comenzaba animada por el coro formado para la ocasión por fieles del arciprestazgo de Benavente que, entonando el cántico “Reunidos en el nombre del Señor”, significaba con la solemnidad de su música la transcendencia de este acontecimiento para la diócesis zamorana.

Después de las lecturas bíblicas, Gregorio Martínez en su homilía dio la bienvenida a la familia y a la mucha gente que acompañaba en el acto. Especialmente tuvo unas palabras de afecto hacia la catequista de Millán, germen del crecimiento en su fe y testigo para él en un momento decisivo de su ser creyente. El obispo anunció a Millán que se inicia en el ministerio de los presbíteros y le propuso que nunca olvidara el diálogo del Señor con Pedro: “¿Señor me amas?”, a lo que Pedro respondió “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Este es el diálogo que hay que reproducir diariamente ante el sagrario porque, dijo el obispo, “ será una de las cosas que te mantenga firme, testigo, servidor, discípulo en definitiva”. Recordó Gregorio Martínez que en su época de seminario, cuando los teólogos se ordenaban, era costumbre diseñar un cartel con un lema en el que frecuentemente se repetía la intención de gastarse y desgastarse por Dios y los hombres. Ese es el camino del sacerdote actual, un camino de entrega, pero lleno de felicidad por el don recibido de Dios, un camino que “tiene como horizonte la edificación del Pueblo Santo de Dios”.

Insistió Gregorio Martínez que la tarea sacerdotal no es la de un especialista sino la de un siervo, tal y como lo atestiguan los dos santos celebrados en la solemnidad del día, mártires por ser fieles a la verdad. Le recordó también el obispo que la edificación de la Iglesia es una tarea ancha, que debe asumir con gozo inmenso para toda la Iglesia.

A partir de este día “eres del Señor y este te llevará donde él quiera”. En referencia directa a una de sus preocupaciones pastorales, el obispo le indicó que como futuro sacerdote no buscase tanto ser acompañado como acompañar a cuantos Dios le ponga en su camino; el mejor examen de tu ser sacerdotal será saber “cuánto acompañas, cuánto dedicas” a los demás, eso es “lo que te ha de preocupar siempre”. Terminó diciéndole que “ser cura es vivir en soledad con Dios”, pero acompañado de su luz bendita que envuelve y anima.

Tuvo también una palabra para los presbíteros que acompañaban la celebración y que “por desgracia cada vez son menos”, animándoles a que siguieran construyendo la diócesis para revitalizarla en colaboración del Obispo.

Concluyó deseando a que esta gozosa ordenación sirva para “refrescar el corazón, para oxigenarse” y animar a todos, especialmente a los presbíteros, a actuar con humildad, misericordia, actitud de servicio, sin prepotencia y dando la vida por los demás. “Esto no ha hecho nada más que empezar” le indicó a Millán invitándole a que de inmediato se ponga en la fila de sus hermanos curas para seguir haciendo la Iglesia de Dios en Zamora.

Ordenación

El rito esencial de la celebración llegó cuando el obispo impuso sus manos al ordenando pidiéndole a Dios la efusión del Espíritu Santo y convirtiendo a Millán en “pescador de hombres”, tal y como Jesús desde el inicio de su vida pública hizo con sus apóstoles al conferirles la tarea de predicar, celebrar su memoria en la eucaristía, perdonar los pecados, enseñar, bautizar y presidir la comunidad cristiana entre otras tareas.

Otros ritos complementarios fueron realizándose, es el caso de la unción con el santo Crisma que significa la consagración de la persona de Millán en su totalidad a la Iglesia, la entrega del cáliz y la patena, así como la recepción de la estola al estilo sacerdotal y la casulla.

Los sacerdotes, hermanos ya en el ministerio, fueron imponiendo sus manos al nuevo sacerdote como signo de acogida en el presbiterio, unido ahora al obispo en el sacerdocio ministerial de Cristo.

Lo vivido en la catedral de Zamora ha sido una experiencia gozosa que Dios quiera que no tarde mucho en repetirse. Para ello seguiremos rezando por el Seminario y las vocaciones en general, particularmente las sacerdotales.

Fuente: Diócesis de Zamora

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