Ya refiere el dicho popular: «Cuando la uva empieza a pintar, sesenta días para vendimiar». Pueden ser 50 días, pero no antes. Así que en estos días primerizos de agosto al despuntar el color en el racimo, se inicia el proceso de maduración pasando las hojas del calendario hasta llegar a finales de septiembre como fechas de recolección del fruto.
El paso del color verde al tono rojizo o violeta es todo un regalo de la naturaleza, es el momento más mágico del viñedo, y en este año que las plantas se encuentran limpias, el fruto se presenta generoso, limpio y granado. «Este año habrá una buena cosecha y de muy buena calidad», augura el viticultor Tomás Verdes, de Bodegas Verdes de Santibáñez de Vidriales. La humedad en el suelo, la carencia de excesivos rigores del sol y la casi nula enfermedad en la vid han provocado que los viñedos evidencien una estampa de belleza y riqueza.
Es ahora cuando la planta vive su proceso más significativo aportando su sangre al fruto, sellando con su pigmento el protagonismo. El envero abre la maduración alcohólica y fenólica de la uva, es el momento en que ésta cobra sus matices y personalidad que llegarán a degustarse en los caldos. La palabra envero, viene del latín, «en» y «variare» lo que significa cambiar de aspecto, y esto es lo que le ocurre a los racimos pues sufren un cambio mágico, espectacular.
Es época de que las uvas pinten. El color, el sol y el sabor definen lo que verdaderamente ocurre, es la época de la sazón, del envero. Desde estos momentos, el racimo se hace vida, es un poema visual hasta llegar a su objetivo final con la recolección, la vendimia. Y eso ocurrirá dentro de sesenta días.
