Tanto en calles céntricas como en periurbanas, las ratas han alcanzado ya una población harto difícil de soportar en una simbiosis nada útil con el vecindario, el humano. La plaza de la Madera es céntrica como la que más y al otro extremo sur, en la plaza de Santa Clara, o en la avenida Luis Morán, o en el extremo contrario, el más norteño, en el Barrio San Isidro, también en el del Pinar, en las zonas periurbanas del Centro de Transportes, a estos roedores sin escrúpulos y de muy poca sintonía con los humanos parecía que les gustaban las cotas bajas, pero no, lo que si les gusta son los festines que les brindan las bolsas depositadas junto a los contenedores. Eso si que es un manjar. Y darse algún que otro correteo por las calles y garajes.
Más aún, sin la presencia de humanos se atreven a invadir su santuario habitacional debido a su persistencia. Son tercas y llegan a dañar paredes y suelo. Más todavía, son un riesgo para la salud porque son transmisoras de un buen número de enfermedades.
Hasta algún gato callejero se les atreve a disputar el territorio. No queda más que eso, en una simple pelea a base de saltos. Porque estos roedores conocen más artimañas que sus compañeros felinos. Son callejeros los dos, pero las ratas se las saben todas ya que dominan el subsuelo y eso les permite tener una visión más amplia, más tridimensional. Y porque no pueden, si no hasta las baldosas se les quedaban pequeñas en su extenso itinerario.
La ciudad de Benavente precisa de un más riguroso tratamiento para combatir a estos roedores. De nada sirven las ruedas de prensa señalando que se ha invertido tanto o cuanto, que se ha utilizado esto o aquello, de usar remedios ocasionales. Al vecindario le interesan soluciones y estrategias de freno. Las ratas no pueden seguir campando a sus anchas por la ciudad.
