COMARCA

Morales de Valverde abrió con éxito la exposición sobre el Toro de Carnaval

Dentro del programa de actividades que se vienen organizando en Morales de Valverde con motivo de la semana cultural, como ya adelantó Benavente Digital, https://www.benaventedigital.es/el-toro-de-carnaval-de-morales-de-valverde-en-una-exposicion/ una de las citas obligadas se basa en la intrahistorial local a través de una muestra expositiva del Toro de Carnaval y sus figuras, así como la muestra fotográfica de los antruejos.

Desde el pasado martes y durante toda la semana permanece abierta esta muestra expositiva donde los personajes de «el toro», «el torero», «el gordo», «el flaco», «el señorito», «la señorita» y «las birrias» forman parte de la cultura más genuina con siglos de historia.

TORO DE CARNAVAL DE MORALES DE VALVERDE.

ORIGEN Y EVOLUCIÓN.

El origen de este Carnaval no está recogido en ningún documento. Todo se remite a la tradición oral, y ésta se pierde en el tiempo. No obstante no es fácil que antes de 1760 hubiera algo, puesto que según documentos del registro civil (aunque fijo que no coincidía con el registro eclesiástico, más numeroso) en ese año sólo había cuatro familias en lo que sería entonces un villorrio del condado de Benavente.

La referencia oral más tardía que se tiene es allá por los años 30 del siglo pasado, cuando ya se celebraba el Carnaval tanto en San Pedro de Zamudia como en Morales de Valverde. Si bien en San Pedro debía ser ligeramente distinto a Morales.

En los años 50 y 60 el Franquismo prohibió celebrar los carnavales; sin embargo en Morales se siguieron haciendo desafiando las posibles multas. Aunque no hay constancia de ninguna de ellas, la gente más mayor recuerda con mucha gracia como en época de carnaval, se escondían por las noches y voceaban al paso del cura: “toro, toro, toro”, ya que al cura, por supuesto, que no le hacía ninguna gracia.

A mediados de los años 70, tenía una gran fuerza la fiesta. Sólo los mozos hacían el carnaval. A partir de 1975, aproximadamente, los mozos dejan de lado esta fiesta, le dan poca importancia por no sé qué razón y son los jovenzuelos de 14-15 años los que toman el relevo; pero ya no hay un solo toro, hay al menos dos. Los más pequeños hacen su propio toro y también salen por las calles. Se producen algunos enfrentamientos verbales, y a veces algo más, entre grandes y pequeños porque los grandes consideran que se vulnera la esencia del carnaval y por otra razón poderosa: los pequeños también salen a pedir aguinaldos al acabar, y de esta forma el “botín” va a ser muy inferior para hacer la merienda final entre los actores. Es también a partir de esta época cuando algunas mozas empiezan a disfrazarse y participar del carnaval con los mozos.

En los años 80-90 decae bastante esta fiesta, quedando relegada a algo meramente testimonial limitándose algunos vecinos a disfrazarse de todo menos de lo que históricamente se venía haciendo.

EN LA ACTUALIDAD

En la primera década de este siglo empieza a surgir entre algunos jóvenes vecinos la inquietud por recuperar las raíces e identidad del carnaval. Así, en la segunda década, unos pocos jóvenes fundan la Asociación Cultural «Las Pozas” que, entre otros objetivos, busca la completa recuperación de la tradición. Y lo ha conseguido, las instituciones provinciales reconocen administrativamente esta recuperación incluyendo El Toro de carnaval de Morales de Valverde en los distintos certámenes provinciales, nacionales e internacionales de mascaradas.

El mayor éxito de la Asociación Cultural es que ha logrado que la inmensa mayoría del pueblo sea socio de la misma y se afane en mejorar año a año las actividades culturales, actividades de la que es estrella El Toro de carnaval de Morales de Valverde.

PERSONAJES DEL CARNAVAL

Los personajes principales eran seis, e iban por parejas: toro y torero, gordo y flaco y señorito y señorita (secundarios había todos los que se quisieran) y los papeles se repartían entre los mozos respondiendo a un liderazgo natural. Los principales eran los siguientes:

EL TORO: era una representación de un toro con unos cuernos de vaca auténticos unidos entre sí por un armazón de maderas y arcos por encima, de forma que permite tapar el conjunto con una sábana larga que tape prácticamente todo el conjunto y no se vean más que los pies de quien va debajo corriendo. Lleva 4 arcos, el primero es el más pequeño para que se le vea la cara lo menos posible, el segundo y tercero van creciendo respectivamente y el cuarto vuelve a ser más pequeño.

También lleva unas almohadillas entre los palos del armazón y los hombros del mozo que lleva el toro, servían para que al correr no se hiciera daño en los hombros. Estas almohadillas se hacían con las mangas de los jerséis viejos rellenas de paja y atadas con cuerdas.

Solía llevar el toro un mozo fuerte y resistente que aguantara toda la tarde moviéndose o corriendo por las calles del pueblo sin desfallecer por el calor, la sed o el frío. Este mozo llevaba un pañuelo en la cabeza con cuatro nudos y la cara pintada de negro, bien con un tizón de la lumbre o bien con un corcho quemado. También llevaba un cencerro grande cruzado por el cuerpo.

EL TORERO: Quien encarnaba este personaje tenía que ser ágil, rápido y de carrera sostenida para así asegurar “las victimas” para el Toro. Su vestimenta solía ser muy ajustada (normalmente calzoncillos largos blancos y camisa), con calzado cómodo y ligero. Sus herramientas eran una capa y una espada de palo.

En la cabeza podía llevar un pañuelo atado tipo las corridas goyescas y la cara ligeramente pintada o con bigote fino para disimular los rasgos del protagonista y hacerlo lo más irreconocible posible. A la cintura llevaba un cencerro no muy grande para que no le impidiese correr con comodidad.

Su función era patrullar las calles del pueblo junto al toro buscando “victimas” para ser corneadas por el toro. Las presas preferidas eran las chicuelas y mozas que se aventuraban a desafiar la bravura del Toro y rapidez de piernas del Torero.

EL GORDO: Iba vestido con un mono de trabajo muy amplio o con pantalones de pana negra o marrón y chaqueta muy amplios con el fin de ser rellenado con paja de encaño (centeno) hasta prácticamente tener movimientos ralentizados de lo gordo que queda. En la cara las barbas de piel de conejo eran típicas.

Podía portar una escoba, viendo, tornadera, rastra, etc.. En la cintura solía llevar uno, dos o tres cencerros lo más grande posible para hacer notar su presencia.

EL FLACO. El protagonista tenía que ser delgado por naturaleza. Su vestimenta era muy amplia para acentuar la delgadez. También llevaba largas barbas y zapatones. En la mano podía llevar las mismas herramientas que el Gordo.

También podía llevar cencerros y carraca.

EL SEÑORITO. Va de la mano de la señorita, haciendo pareja y haciendo reír a la gente. Va muy bien vestido, con traje y sombrero y fumándose un puro.

LA SEÑORITA. No podía faltar este personaje con sus ademanes marcadamente femeninos hasta el exceso. Vestida, y pintada correctamente, llamaba mucho la atención.

La representación del señorito y señorita era un parodia de la clase pudiente, en contraposición a los birrias, que eran el pueblo llano y por eso se disfrazaban con ropas viejas y rotas. Al señorito lo representa una chica y a la señorita un chico, para así hacerlo todavía más carnavalesco.

LOS BIRRIAS. Son los ayudantes del torero, ellos se encargan de buscar a las mozas para que las cornee el toro. Su atuendo era diverso y anárquico. Cada uno buscaba un disfraz grotesco acorde con el día que desarrollaban. Todos llevaban distintos instrumentos para hacer ruido, ya fueran cencerros, cencerras, carracas, vejigas de cerdo atadas a la cintura,… los disfraces eran de lo más dispares, vieja, cura, obispo, médico, etc…, aunque destacaban principalmente los que eran máscaras de otros animales como burro o lobo.

DESARROLLO DEL DÍA CARNAVAL.

El día de carnaval era un día festivo para todo el pueblo, por la mañana la gente mayor se iba de yera, que consistía en trabajos comunitarios que realiza todo el pueblo para arreglar caminos, fuentes, etc. Al finalizar la yera el Ayuntamiento invitaba a todos los trabajadores a escabeche y vino.

Era a partir de las tres de la tarde cuando los mozos se juntaban en un corral ya prefijado. Allí se disfrazaban ayudándose unos a otros durante un buen rato. A las puertas del corral, en la calle, ya se agolpaban los chicos y chicas del pueblo al grito de: “¡Qué salga el toooró, con cueeernos y tooodó!”. De vez en cuando hacían el amago de salir y toda la audiencia salía disparada por las calles adyacentes. Al ser falsa alarma volvían a las puertas del corral y repetían los cánticos. En una de esas añagazas la salida del toro, torero y demás personajes era real y ahí comenzaban las carreras de torero y toro tras chicos y chicas. El torero casi siempre se iba a por las chicas porque en el agarre había “algo más que simples sujeciones” para que el toro corneara.

Algunos se encerraban en las casas por miedo real al toro, otros lo citaban para provocar su embestida, los más adultos lo veían bajo un semblante de relativa tranquilidad y complacencia aunque tampoco se libraban de alguna cornada. De vez en cuando y a modo de descanso el torero paraba al toro en alguna calle y le daba unos pases de pecho o al natural ante la concurrencia que aplaudía.

El final de toda esta vorágine ocurría en la plaza del pueblo con todos los personajes presentes. Allí el torero durante cinco o diez minutos daba pases y pases al toro hasta llegar a la suerte suprema de matar. Con su capa y espada colocaba al toro en suerte y entraba a matar entre las astas del cornúpeta. El toro caía, el torero levantaba capa y espada al cielo. La concurrencia aplaudía la actuación y allí acababa oficialmente el Carnaval.

Después todos los personajes procedían, todos juntos, a pasar puerta por puerta a pedir “limosna pal toro”. La gente solía dar alimentos: patatas, huevos, aceite, chorizos, algún pollo y por supuesto dinero. Con todas las viandas y las que compraban con el dinero recaudado los participantes hacían una cena (o varias según lo recaudado) en la que se comentaban los lances más graciosos y, por supuesto, los más picantes y jocosos.

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