Las calles de Paladinos, las del pueblo inmerso en el Valle dedicado a Santa María, rezuman historia por doquier. Su caserío se halla dividido en dos antiguos barrios por un arroyo de aguas bravas, el Regato o también apodado Ahogaborricos. El registro poblacional está más que mermado, durante todo el año reside media docena de personas, pero es ahora, en la época estival, cuando su población se multiplica con creces llegando a encontrarse, entre familiares, descendientes y amigos, unas setenta personas.
Y en este hospitalario y apaciple pueblo, sus habitantes guardan con celo una de las señas de identidad que les ha marcado de por vida, el amor a sus raíces, a las raíces de la tierra que les vio nacer. A sus orígenes, constumbres y tradiciones. De ahí que coincidiendo con esta época se suele organizar la tradicional «yera», «facendera» por otros lares, esos trabajos comunitarios con los que se realizan labores de limpieza de calles o quitar algunas hierbas. Una faena comandada por su alcalde José Luis García Valverde y que sirve, además, para estrechar lazos de querencias.
La jornada de este viernes no fue una cualquiera porque en las calles se notaba la algarabía de los pequeños, el regocijo de los mayores y la complacencia de todo el vecindario. Tocaba sacar a la calle los cepillos de barrer, las escobas, las palas, ¡ah! y los carretillos, por eso de recoger la arena del pavimento y las hierbas.
Y tras la faena, nada mejor que una merienda de convivencia. Porque de eso se trata, de hacer «yera», de fomentar las relaciones. Y en Paladinos del Valle, todos a una, lo saben hacer bien.
Felicidad absoluta.
Tranquilidad y buenos alimentos.
Paladinos es una joya para conservar.