Brime de Sog es una de las localidades zamoranas, del antiguo Reino de León, que conserva mayor número de aldabas y aldabetas
Las abuelas nos decían de pequeños: «aldabeta la puerta» y de este modo nos advertían para que la puerta de la calle estuviese cerrada. Ese artilugio mecánico instalado en una hoja de la puerta, para realizar el proceso de su apertura o cierre, vino a darle nombre para permitir el acceso a la vivienda .
La localidad de Brime de Sog cuenta con casi el centenar de aldabetas en las viejas puertas y portalones de las no menos antiguas casas y corrales. Y todas ellas son diferentes. Entre los dos barrios que constituyen el pueblo de Brime de Sog, las huellas del herrero han dejado su registro en la historia no sólo en los utensilios y aperos de labranza, sino en la parte más visible, las puertas de acceso a las viviendas, a los pajares y corrales.
En este como en casi todos los pueblos de los Valles, del antiguo Reino de León, la existencia de una fragua constituía uno de los oficios más necesarios y Brime de Sog, contaba no sólo con un profesional del oficio, sino dos e, incluso tres. Cada uno de los barrios de Brime, tanto en el de Arriba, en dirección a San Pedro de Ceque, como el de Abajo, en dirección a Santibáñez de Vidriales, los vecinos disponían hace más de medio siglo con los servicios de un herrero.
Una denominación de influencia árabe que da paso a la comunicación entre vecinos
Es en el Barrio de Abajo, el que abre a la calzada romana, a la Vía XVII en el itinerario del emperador Antonino, en el que todavía se pueden apreciar en la mayoría de las puertas de edificaciones antiguas, las aldabetas. Esos instrumentos articulados dominan el manillón o tirador, coronado éste por una chapa que gracias a la presión del dedo pulgar acciona la lengüeta apoyada sobre el gancho o nariz en la otra hoja de las puertas y es lo que permite su apertura. Aldabetas, que no aldabas, ya que estas últimas son las que carecen del artilugio para abrir la puerta, únicamente forman parte del tirador o del llamador. De este nombre con la sugestiva figura de un puño, de la mano de Fátima o jamsa, símbolo de la cultura popular árabe y judía sefardí que significa «cinco» en referencia a los dedos de una mano, se debería el nombre de «ad-dabbah», de cerrar la puerta.
El manillón o tirador metálico de la aldabeta se asienta sobre el escudo de chapa con los más variados motivos y patrones. Tal es su número y variado que no se encuentra otro igual en el resto de las puertas y portalones del pueblo de Brime de Sog. Incluso de la misma propiedad o con factura del mismo herrero. Es precisamente esta característica la que marca la impronta del profesional de la fragua. Cada puerta con su aldaba. El oficio del herraje sería similar en utensilios y aperos de labranza, pero aquí, en la fabricación de las aldabetas o de las aldabas no existe denominador común, ya que la originalidad es la propia marca del herrero.
Fabricados estos elementos, que forman parte aislada de la cerradura de la puerta, en muy pocos casos combinados, se instalaban en una hoja de la puerta. Habitualmente en la hoja derecha frente al usuario y en la hoja contraria se instalaba la cerradura con el ojo de la llave o el bocallave. En el caso de puertas con una única hoja se instalaban los dos elementos, la cerradura y la aldabeta en lugares diferentes, precisamente para no dificultar la apertura. Con una mano se introducía la llave y con la otra se accionaba la aldabeta.
La llave y su bocallave (el escudo de chapa o aplique sobre la madera con el dibujo para ser introducida en la cerradura), y más aún las aldabetas forman parte del instrumento que facilita la primera toma de contacto, de la relación entre vecinos. Gracias a ellas se abre la puerta de la comunicación.
La sencillez de estos artilugios, los elementos utilizados, hojalata, chapa o metal, no son ajenos para que el herrero a través de una plantilla procurase la originalidad. En no pocas ocasiones el dibujo salía en pleno proceso de hechura. Pero eso si, diferentes, porque cada puerta es única y cada huella de metal también lo es. Los simbolismos llegan a estar presentes en estos instrumentos, como pueden ser los religiosos o los más profanos. Marcas de cruces o motivos florales e, incluso, con una apariencia zoomórfica forman parte de la factura de cada uno de los herreros que han llegado a dejar su impronta en esta localidad. En esta vidrialesa de Brime de Sog como en las de la zona de los Valles y de la Carballeda del antiguo Reino de León.
Las edificaciones que rodean al edificio que fuera la ermita dedicada a San Roque, abren sus accesos a esta plaza. Y todas sus puertas antiguas gozan de este privilegio del herrero. O de los herreros porque en este Barrio de Abajo llegaron a compaginar el oficio dos avezados profesionales de la fragua, uno vecino del pueblo y el otro llegado desde el cercano Santibáñez.
La aldabeta se diferencia de la aldaba, ya que esta última carece del artilugio que acciona la lengüeta o palanca que permite abrir la puerta y sólamente tiene el manillón o tirador y su escudo, la chapa que lo aloja y, a la vez, lo adorna. A la par, el nombre de aldaba viene a constituir no sólo el tirador o manilla, sino también el llamador con sugestivas figuras como un puño (motivo sefardí, en referencia a los cinco dedos), figuras zoomórficas e incluso antropomórficas, aunque estas últimas menos habituales.
Es precisamente el hecho de accionar la lengüeta para abrir la puerta, el primer paso de la comunicación entre vecinos. El primer saludo viene de la mano de la aldabeta, la que permite abrir las puertas.
Las manufacturas de los herreros han dejado una muestra en Brime de Sog y en muchas localidades del antiguo Reino de León, y de una forma tan singular que cada una de ellas se diferencia del resto, porque cada portalón es distinto, al igual que estos antiguos artilugios, las aldabetas que los abren y hacen historia.
