Al llegar al Valle del Tera, en la tarde de este fatídico lunes 18 de julio, las sensaciones se confundían adentrándose en un mar invadido por la densa humareda del incendio procedente de las tierras de la comarca tabaresa, originado en la de Alba, en Losacio para más señas y que ya se ha llevado por delante dos vidas. Dos fallecidos, heridos y no pocos sufrimientos.
No era una película de ficción, no, se trataba de una realidad. Cruzar el río Tera era como atravesar las puertas del infierno, porque precisamente en esta zona, en muchos pueblos de este fértil Valle dominado por el agua, las llamas no han perdonado ni naves ganaderas, ni nada que se encontraran a su paso. Únicamente el decidido esfuerzo de vecinos ha conseguido desviar la trayectoria del fuego con el fin de salvar el ganado, los animales que permiten el sustento. Que se lo digan a los ganaderos de Santibáñez de Tera o a los de Melgar, empeñados en sacar adelante sus explotaciones, y en minutos todo queda reducido a cenizas, a sentimientos y deseos hundidos a pesar de contar con los apoyos y muestras de solidaridad.
Y cuando a primera hora de la tarde las llamas llegaban a Santa Croya de Tera, devastando todo a su paso, desde Aszal ya se estaban trasladando a un lugar seguro los burros, estos ejemplares de raza zamorano leonesa. No obstante, la ferocidad de esas fauces invadía la alfombra vegetal del recinto de las instalaciones llegando a tocar lo más preciado, el sustento de los animales. Las pacas de forraje eran rápidamente pasto de las llamas. Al igual que las instalaciones donde se encuentra el alimento. Mientras ocurría esto, algunos vecinos se afanaban en extinguir las llamas en lugares cercanos a casetas y bodegas cuando ya se había decretado la evacuación de todo un pueblo.
Desde el vecindario se ha criticado la tardanza en llegar a la zona medios aéreos, porque eran sobre las ocho de la tarde cuando acudían al lugar dos helicópteros del Servicio de Extinción de Incendios de la Junta y 1 del Gobierno. El caño del Curtidero era el lugar adecuado para recoger el agua con la que sofocar las llamas en determinados puntos calientes.
Los últimos en resistir, un grupo de vecinos intentando sofocar las llamas del edificio del alambique, a la vera del camino mozárabe sanabrés, antes de llegar al casco urbano de Santa Croya. Todo su tesón era en vano, pues las llamas llegaron a destruir con velocidad el esfuerzo de muchos años. Y como testigo fiel el fluir del agua de la acequia de riego. El agua que insufla la vida, que detiene la muerte de las llamas pero, en esta ocasión, ni siquiera pudo detener la devastadora lengua de fuego. A las mismas puertas del infierno.
Fotos: M.A.C.
El vídeo se publica próximamente.