COMARCA

CAPÍTULO 1 | El Arco de El Ferial cumple 100 años

La pujante villa de Santibáñez de Vidriales en 1923 levantó un monumento que abriera puertas al encuentro de mercaderes

Santibáñez de Vidriales era en 1923 una floreciente villa comercial, «la capital de la comarca» o sencillamente «La Villa» como por aquel entonces se denominaba en los territorios de los Valles de Benavente, La Carballeda, y en los leoneses regados por el río Eria. En esa época se comenzaban a realizar infraestructuras nunca soñadas en la localidad vidrialesa que ya marcaba una impronta en la provincia y las limítrofes, no sólo por su imán de gentes llegadas desde tierras lejanas con mercaderías de todo tipo y, sobre todo, de animales de tiro y yugo.

Para realzar la importancia de la villa se decidió construir una estructura monumental, un arco que serviría de encuentros y apertura de puertas de las citas feriales. Por entonces se organizaban Ferias el 19 de marzo, el 5 de mayo, 7 de junio y 4 de septiembre. Esta última fecha era la más sonada y fue en aquellos días del año 1923 cuando se completaba la construcción del llamado Arco de El Ferial. Una estructura monumental ubicada entre ambos Barrios de Santibáñez, el de Arriba y el de Abajo, y que serviría de nexo a la par de reconocimiento a un ya entonces personaje ilustre del pueblo, a la sazón impulsor de la Feria y mejora de infraestructuras municipales como la carretera de La Bañeza a Camarzana de Tera para enlazar con la de Benavente a Puebla de Sanabria, el denominado patriarca de Vidriales, Antonio Romero. Todo un personaje con significativas amistades como el que fuera presidente del Gobierno Antonio Maura.

Feria de Santibáñez de Vidriales, en 1925
En 1923, Santibáñez de Vidriales, visto desde la torre de la iglesia. En la entonces plaza de Abajo se alza la ya desaparecida ermita de la Santa Cruz

De la construcción del Arco de El Ferial se encargó el maestro de obra Evergisto quien ayudado por una cuadrilla de obreros alzó la imponente estructura que ha pasado a convertirse en el símbolo de la villa de Santibáñez de Vidriales. Construido a base de hormigón y piedras extraídas de las pozas de Robladillo, los operarios, tras lavar los elementos pétreos, procuraban levantar los muros que se harían indestructibles, como entonces señalaban las crónicas. Un monumento no exento de polémica por alzarse conmemorando la Feria en Santibáñez de Vidriales cuando las leyes vigentes, las isabelinas, prohibían la celebración de una cita ferial con una franja de tiempo mínima de cuatro días antes y cuatro días después y una distancia mínima de 14 kilómetros de otra feria como sucedía ya con la del vecino Rosinos de Vidriales, en la explanada del santuario de la Virgen del Campo. Los pleitos se sucedieron entre ambos Ayuntamientos, el de Rosinos de Vidriales y el de Santibáñez de Vidriales, llegando décadas más tarde a dirimir la situación el Tribunal Supremo concediendo la razón a Rosinos, pero ya era demasiado tarde, Santibánez y sus fuerzas vivas se habían salido con la suya.

Un trágico suceso que conmocionó a la comarca

Hasta llegar aquí el despertar de la villa de Santibáñez de Vidriales se tornó lleno de incertidumbres y todo debido a un trágico suceso que conmocionó a la comarca y supuso una impronta en el devenir de un pueblo que la vox populi denominó como La Villa.

Era un 8 de septiembre de 1913, los retazos grisáceos de algodón en el cielo no ocultaban el presagio que deparaba la tarde de romería en el santuario dedicado a la Virgen del Campo en la pequeña localidad zamorana de Rosinos de Vidriales. Los 370 habitantes se confunden en un hervidero de gentes procedentes de los pueblos de la comarca que se agolpan en la explanada del templo mariano, como lo han venido haciendo desde 1883 y muy probablemente desde los mismos inicios del santuario, en el año 1750.

En 1923, santuario de la Virgen del Campo en Rosinos de Vidriales, con el edificio anejo de la Preceptoría, ya desaparecida

Desde Morales, Verdenosa, Redelga (lo que actualmente es Santa María de la Vega), Quiruelas, Brime de Urz, Cubo, San Pedro de Ceque y los pueblos vecinos, para los lugareños de estos pueblos su pretexto en el Día Grande de la Patrona, que lucirá sus mejores galas en la procesión entre cimbreantes pendones, sirve para platicar entre vecinos, para reparar los arreos de las caballerías, remendar unos viejos zapatos, adquirir unas abarcas, unos chanclos y unas galochas, una nueva hoz, una vienda, una nueva hemina, quincallas varias o unas enaguas que le sacarán los colores a la lozana moza. Ella que se había acicalado como ninguna de sus amigas no podía sospechar que su pícara sonrisa, el alegre bamboleo de su joven cuerpo dotado con unas más que pronunciadas curvas, la soltura del corretear entre los puestos ambulantes, el gracejo de su tupida melena, sería la causa de una posterior disputa entre varios jóvenes, dando lugar a una reyerta con luctuoso resultado.

Un apuesto joven de la vecina localidad de Fuente Encalada traía de calle a las mozas del lugar y a nuestra lozana, que era la más avezada, le atraía sobremanera. Nuestro joven, desconocedor de lo que le deparaba el destino, se apresta a llevar en la procesión el Ramo laboriosamente trabajado por las mozas, ante la electrizante envidia de los mozalbetes de Rosinos. La pretendida posesión del Ramo impregna de un hálito complaciente a las jóvenes en el templo, pero no así a los mozos de Rosinos que deciden disputar esa posesión al apuesto y, para ellos, entrometido joven. Las palabras reverberan en el templo ante los oidos del atónito y nutrido grupo de presbíteros, cabildo y fieles devotos de la Virgen que no dan crédito ante una visión incomprendida. La disputa cobra ya unas dimensiones luctuosas dando lugar a que el apuesto joven pierda la vida sobre los muros pétreos del templo. Los rostros del enorme gentío se tronan incrédulos, las risas se apagan al tener conocimiento de la tragedia. Un sopor corre por las frentes de nuestra nerviosa lozana moza y sus amigas. El cielo se vuelve plomizo ante la avanzada hora de la tarde y la trágica noticia corre inmediatamente como la pólvora traspasando las fronteras de la comarca.

A lomos de burros, caballerías, en carros, o andando, los romeros se aprestan a regresar a sus pueblos siendo los avanzados pregoneros del trágico acontecimiento. Ya esa misma noche, las tertulias en los que fueron templos de la amistad, las bodegas, se llenan de anécdotas sobre lo acontecido. Infiriendo, incluso, el carácter de los vecinos de Rosinos, muy laboriosos y apegados a su tierra, sus tradiciones, a su Virgen Nuestra Señora del Campo. En los días sucesivos, lo ocurrido en la tarde del lunes constituía el comentario general. Ya se comenzaba a abonar el terreno para que germinase un nuevo lugar de encuentro cambista. La vecina localidad de Santibáñez de Vidriales era la candidata más idónea debido a su sello comercial, la ingente población y, cómo no, los verdaderos intereses que primaban. Algunos comerciantes y caciques de turno aprovecharon el luctuoso suceso con todas las artimañas posibles.

En ese invierno se fraguó la estrategia, comenzaron a circular rumores acerca del carácter de los vecinos de Rosinos y, sobre todo, de la mayor idoneidad de Santibáñez como plaza de Feria. Sus más que arraigados mercados de los miércoles y su impronta comercial, sumado a las claras influencias que algunos comerciantes ejercían en la comarca y en sus gentes, supuso el mayor empuje para que este pueblo contase con las Ferias que tenía Rosinos, que fuese su alternativa, y ¿porqué no?, se preguntaban muchas buenas gentes que encontraban a Santibáñez como plaza más adecuada.

En los encuentros de mercados de los miércoles de esa primavera de 1914 se concretaron ya algunas de las iniciativas como la de celebrar una reunión los dirigentes locales de los pueblos vecinos para que Santibáñez contase con las Ferias que Rosinos tenía en la explanada del santuario de la Virgen del Campo aprovechando las funciones religiosas. Los días 25 de marzo, 9 de mayo, 11 de junio y 8 de septiembre eran las mismas fechas que ya habían acordado nuestros dirigentes locales antes de la reunión que decidieron celebrar en Fuente Encalada como homenaje al joven fallecido.

La historia continúa el próximo domingo.

Fotos: Colección M.A.C.

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