COMARCA

El panadero que ha sido testigo y vigía de la pérdida de población

La jubilación del panadero de Pobladura del Valle, Alejandro Vara, cierra una saga familiar de cuatro generaciones con la elaboración del pan

La única panadería existente en Pobladura del Valle, la de Alejandro Vara Fernández, quedará como museo vivo de la intrahistoria local porque la falta de relevo obliga a que con la jubilación del panadero se finiquite la actividad. Los dos hijos de Alejandro Vara, con actividades profesionales diferentes, no están por la labor de continuar la saga panadera familiar que cuenta ya con un registro de cuatro generaciones.

Al panadero ya jubilado le salieron los dientes entre la harina y la masera, en la factoría que se alzaba en la calle Agujero, en las inmediaciones de la hasta ahora panadería de la avenida Madrid-Coruña. La que regentaba primeramente su bisabuelo, después su abuelo y posteriormente su padre Ángel. Con sólo 7 años Alejandro Vara se ocupaba de hacer algunos trabajillos en la entonces recién construida panadería junto a la carretera. Compaginar la escuela, los juegos con sus compañeros, y las faenas de la elaboración del pan consistieron para Alejandro Vara en una de sus señas de identidad, las que le han marcado toda su vida laboral iniciada desde muy temprana edad. Al jovenzuelo Alejandro, el mayor de cuatro hermanos, a «jandri» cuando sólo tenía 15 años de edad un trágico acontecimiento familiar le llegó a marcar para siempre haciéndole tomar las riendas de la panadería debido al fallecimiento de su padre en un accidente de circulación.

Desde entonces, la actividad panadera comenzaba a crecer, la demanda de panes y dulces era más que evidente porque junto al horno llegaron a trabajar 16 mujeres para elaborar las ricas madalenas. «Nos cansábamos de hacer madalenas», señala Alejandro apuntando a que desde la panadería de Pobladura del Valle salían para Madrid dos camionetos a la semana con su carga a rebosar de madalenas y de hogazas de pan de un kilogramo y de medio kilogramo.

Si el mercado a la capital de España era ya de obligado cumplimiento en el negocio, no lo era menos continuar sirviendo a los clientes de Pobladura y de los pueblos que con acelerada velocidad han visto mermar su población llegando a tener que bregar con cada una de las vecinas. «Que si llevar una barra para el miércoles, que si un pan para el jueves».

Testigo y vigía de la pérdida de habitantes en los pueblos

El panadero ha sido uno de los mejores testigos y vigías de la involución de los núcleos rurales. De como, poco a poco, se ha venido cerrando casa tras casa llegando algunas calles a no tener ninguna abierta porque se han cerrado para siempre. La furgoneta de reparto ya no atraviesa pueblo a pueblo con su barriga llena de panes y barras, porque sus tripas son demasiado grandes para atender a la ya más que mermada población. Y eso que no son pocos los pueblos a los que llega el pan de Pobladura en un recorrido por Villabrázaro, San Román del Valle, Paladinos del Valle, La Torre del Valle, llegar a los pueblos leoneses de San Adrián, Saludes, Audanzas, Altobar, La Nora y Pozuelo, para atender también a sus clientes de los pueblos zamoranos de Fresno de la Polvorosa, Coomonte de la Vega, Maire de Castroponce y Morales de Rey.

Sin embargo, en todo este proceso ha habido una persona fundamental en su vida personal y laboral. Su mujer, María Paz García, sin la que Alejandro Vara difícilmente habría podido sobrellevar la carga. Gracias a su apoyo incondicional el panadero Alejando ha remontado las vicisitudes, los altos y bajos, que le han deparado su azarosa vida, la de amasar el pan, su cocción y reparto atravesando las carreteras de la cada vez más despoblada zona rural.

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