COMARCA

El río Eria se agosta

Desde su entrada en territorio zamorano, por Alcubilla de Nogales, su lecho alumbra pedregales y roquedales por doquier

Cuando las aguas del río Eria se adentran en territorio zamorano, por Alcubilla de Nogales, cuando comienzan a divisar la mítica Sierra de Carpurias, ya no existe la circulación fluvial. Las aguas en agosto ya no corren por su cauce, únicamente se quedan aprisionadas en balsas que ante la turbidez de los estanques ni siquiera sirven para darse un chapuzón, en testimonios de un curso fluvial truncado con la llegada de la época estival.

Cuando el cauce con su requiebro deja atrás el macizo paleozoico, tras sobrepasar el término de Arrabalde, avista la villa del hierro, Villaferrueña para más señas. Es en este lugar donde brotan de su lecho los roquedales, de las mismas entrañas de Carpurias. La reducida presencia de fauna acuática se mantiene a duras penas, buscando desesperadamente su prolongación vital. Hasta la flora se agosta, como el río que le dio vida e incomprensiblemente ante la desidia humana, por constituir el Eria uno de los pocos cursos fluviales no regulados, espera ansiosamente el regreso del invierno y la llegada de las lluvias.

Un cangrejo busca desesperadamente el agua del Eria a su paso por Villaferrueña, pretendiendo prolongar su ciclo vital

Mientras tanto, la naturaleza, que es sabia ella, permite a las aves revolotear ansiosamente en los charcos de agua turbia recogiendo su sustento. Un alimento que tiene marcado su final porque irremediablemente, y según avanzan los días y las elevadas temperaturas, también se agosta. Algún que otro cangrejo lucha por sobrevivir intentando sortear el pedregoso camino en busca de la poca agua que queda.

Este es el proceso anual de un río, el Eria, explotado para el riego durante todo su cauce leonés, pero cuando llega en agosto al territorio zamorano, el Eria ya no es río, es un lecho pedregoso permitiendo alguna que otra poza aislada. El río se fue y hasta que no lleguen las lluvias, los vecinos ribereños no podrán decir su manida frase: «Ya viene el río».

Una estampa que se repite en Alcubilla de Nogales, en Arrabalde, Villaferrueña, Santa María de la Vega, Morales de Rey y hasta en su desembocadura en el Órbigo entre Villabrázaro y Manganeses. El estiaje, por denominarlo de alguna forma, se repite año tras año por estas fechas, incluso al paso de la estación de aforo en Morales de Rey donde se registran, en no pocos inviernos, cotas tan elevadas del cauce que llegan a anegar las zonas ribereñas.

Y al igual que los ojos del Guadiana, el cauce fluvial del río Eria, cuyas montañas del Teleno lo alumbran en Truchas, desaparece al llegar a Nogarejas, en el municipio vecino de Castrocontrigo, convirtiéndose en un seco pedregal. Todo por la desidia humana, por esa falta de regulación que se viene reclamando desde hace cinco décadas. El río Eria no llegará nunca a tener un caudal ecológico en verano si no se da la ansiada regulación.

Un verdadero lecho de pedregal constituía esta mañana el río Eria
Bajo el puente de Villaferrueña quedan todavía algunas pozas exprimiendo sus lamentos
El lecho del río Eria, cuando deja atrás la mítica Sierra de Carpurias, alumbra los roquedales de las entrañas del macizo paleozoico

FOTOS: M. A. C.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba

Adblock Detectado

Por favor, considere apoyarnos mediante la desactivación de su bloqueador de anuncios. Gracias.