
La comunidad de Benavente vivió este sábado 18 de octubre una jornada cargada de emoción y fe con la ordenación sacerdotal de Enrique Alonso Silván en la iglesia de Santa María la Mayor. El joven benaventano cumplió su sueño de convertirse en sacerdote en su ciudad natal, rodeado de familiares, amigos, vecinos y feligreses que llenaron el templo para acompañarlo en este día histórico.
La ceremonia, presidida por el obispo de Zamora, Monseñor Fernando Valera, estuvo marcada por un profundo sentimiento de gratitud y esperanza. En su homilía, el prelado destacó la belleza del momento y la importancia de la vocación sacerdotal, recordando a los jóvenes que “Dios llama, que sigue llamando, y que la vida del sacerdocio es una vida llena de belleza porque es una vida llena de entrega, de ilusión y de esperanza”. Concluyó sus palabras deseando su bendición a todos los presentes al afirmar que “convertimos hoy en nuestra catedral este lugar hermoso, lleno de historia y de belleza. Que Dios os bendiga, podéis ir en paz”.
El mensaje del obispo resonó con fuerza entre los asistentes, que vivieron con emoción cada momento de la ordenación. La ordenación sacerdotal en Benavente se convirtió así en un signo de fe y renovación para toda la diócesis, que celebró la llegada de un nuevo sacerdote comprometido con su comunidad y con el servicio a los demás.
El acto también estuvo marcado por un recuerdo muy especial al sacerdote Javier Prieto, el último ordenado en Benavente y fallecido este mismo año. Su memoria estuvo presente en las oraciones y en el sentimiento compartido de todos los fieles, que reconocieron en él un ejemplo de entrega y dedicación.
Durante la celebración, se vivieron momentos de gran emoción cuando Enrique recibió la imposición de manos y la unción sacerdotal, signo del inicio de una nueva vida consagrada a Dios. Con serenidad y humildad, el nuevo sacerdote expresó su deseo de servir desde la cercanía y el acompañamiento, iniciando su labor pastoral en la zona de Toro y Benavente, dentro de la Diócesis de Zamora.
Para la comunidad benaventana, esta ordenación representa mucho más que un acontecimiento religioso: es un motivo de orgullo y una muestra viva de fe. Con el ejemplo de Enrique Alonso, Benavente celebra la esperanza de una Iglesia que sigue creciendo desde el compromiso, la vocación y la entrega.
























