Un reducido grupo de vecinos de Fuente Encalada acude habitualmente en las tardes de domingo a jugar a la calva. Hasta hace dos o tres años era una veintena la que acudía al parque a la entrada del pueblo, pero como ocurre en la mayoría de los pueblos este juego autóctono no tiene relevo. «Porque no tiene demasiado atractivo», argumentan los más jóvenes. Un extremo que contradicen los mayores argumentando los beneficios que reporta, la sana rivalidad, la práctica de ejercicio físico y el disfrute entre amigos.
Son las siete de la tarde y domingo tras domingo, un grupo de vecinos y amigos, porque de eso se trata este juego, de fomentar los encuentros, acude a participar en una sana disputa con este juego autóctono. Cada uno aporta su marro o su morrillo, todos ellos cilíndricos de hierro conteniendo arena. Eso si, de 20 centímetros de longitud como marcan los cánones, aunque su peso es a gusto de cada jugador. A la distancia conveniente y a ambos extremos del campo se colocan los dos ángulos obtusos con huella de 25 centímetros de longitud, las calvas de madera que harán las delicias de los jugadores.
Este domingo se formaron dos parejas para jugar una partida a 20 lanzamientos y otra a 12. La coincidencia de la temporada de caza restó a algunos de los habituales, por eso de que no se puede tener el don de la ubicuidad. Así que Emilio y Paco disputaron las partidas contra su pareja rival, la constituida por Pepe y Abilio. En esta ocasión la disputa se prolongaba en una y otra partida. Siempre hay ganadores y vencidos, pero en este caso todos ganan en convivencia vecinal y pasar un rato entretenido. De eso se trata el juego de la calva en Fuente Encalda, aunque sean ya pocos los que disfruten con este juego autóctono como el que más.
