La insuficiencia cardíaca es una enfermedad grave en la que el corazón no bombea adecuadamente la sangre al organismo para cubrir las demandas energéticas del cuerpo. Como consecuencia no llega suficiente oxígeno y nutrientes a los distintos órganos para garantizar funcionamiento normal.
Tal y como nos explica en una entrevista con Europa Press la doctora Arantxa González Miqueo, investigadora del Cima Universidad de Navarra, que acaba de ingresar como académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, en su sección de Ciencias Naturales, con ello se produce un deterioro de la función cardiaca, que puede afectar tanto a la capacidad contráctil (función sistólica) como a la fase de relajación y de llenado ventricular (función diastólica).
«Es uno de los principales problemas de salud pública por su alta incidencia, la elevada mortalidad, y la tasa de hospitalizaciones asociadas, así como por su impacto económico y social», remarca esta jefa de grupo del CIBER de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV), e investigadora principal dentro del Área de Enfermedades Cardiovasculares y Renales del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA).
UNA MAYOR INCIDENCIA
Así, esta experta en insuficiencia cardíaca remarca algunas cifras y hechos sobre esta patología:
– Se estima que la insuficiencia cardiaca afecta a unos 15 millones de personas en Europa; y uno de cada 5 adultos es probable que sea diagnosticado de insuficiencia cardiaca a lo largo de su vida.
– Se diagnostican más de 3,5 millones de casos de insuficiencia cardiaca cada año en Europa, lo que equivale a 400 casos cada hora.
– Afecta a entre 15-2% de la población adulta; pero su incidencia aumenta con el envejecimiento, afectando al 10% de los mayores de 70 años.
– A pesar de las mejoras en el tratamiento realizadas en las últimas dos décadas, la mortalidad por insuficiencia cardiaca sigue siendo alta; es la tercera causa de muerte dentro de las enfermedades cardiovasculares.
– Es la primera causa de hospitalización en mayores de 65 años.
– El 40% de los pacientes con insuficiencia cardiaca fallecen durante el primer año tras el ingreso.
– El gasto asociado a la insuficiencia cardiaca (incluyendo hospitalizaciones) constituye el 1-2% del gasto total en salud anual.
«La insuficiencia cardiaca tiene un impacto severo sobre la calidad de vida de los pacientes, afectando su capacidad para realizar actividades cotidianas. Esto tiene consecuencias en el ámbito físico y psicológico, con un impacto sobre la actividad social y laboral», destaca la también directora del Grupo de Insuficiencia Cardiaca del Cima Universidad de Navarra, centrado en el estudio de los mecanismos implicados en el desarrollo y progresión de esta enfermedad.
CUÁLES SON SUS PRINCIPALES SÍNTOMAS
Con ello, la doctora Arantxa González Miqueo subraya que los síntomas pueden ser variables dependiendo de la edad, del peso, y de la presencia de otras patologías concomitantes: «El síntoma más frecuente es la dificultad para respirar, o la sensación de falta de aire (disnea), que puede ocurrir al realizar una actividad física y en estadios más avanzados en reposo, o al estar acostado».
Provoca también retención de líquidos, que causa un aumento de peso brusco, hinchazón de la cavidad abdominal y de las extremidades inferiores, o el acúmulo de líquido en los pulmones (edema). Otros síntomas son la fatiga extrema, las sibilancias, las palpitaciones, o bien la tos nocturna, según describe.
Ahora bien, sí reconoce que uno de los problemas para el diagnóstico temprano es que muchas veces estos síntomas no se asocian con la presencia de insuficiencia cardiaca y se asume que están relacionados con el envejecimiento natural, con el estilo de vida, o con otras patologías.
CUÁLES SON SUS PRINCIPALES CAUSAS
En este contexto, la bioquímica, y doctora por la Universidad de Navarra, subraya que la insuficiencia cardiaca es un «síndrome complejo» en el que confluyen distintas patologías subyacentes: «Se produce cuando existe una alteración en el músculo cardiaco, o cuando el corazón se somete a una carga excesiva. La principal causa de la insuficiencia cardiaca es la enfermedad coronaria, en la que debido al desarrollo de aterosclerosis se produce un bloqueo en el suministro de sangre que llega al corazón provocando un infarto de miocardio».
Con ello, subraya que la hipertensión arterial es otra de las principales causas de la insuficiencia cardiaca, junto con las alteraciones metabólicas como la diabetes, la obesidad, y la hipercolesterolemia. «Algunas condiciones congénitas y alteraciones genéticas (miocardiopatías) también causan insuficiencia cardiaca, así como el daño generado por algunas infecciones y algunos compuestos citotóxicos (por ejemplo, algunos agentes empleados en el tratamiento del cáncer). La insuficiencia cardiaca también puede ser una consecuencia del daño en las válvulas cardiacas», añade.
Además, sostiene esta investigadora del Cima Universidad de Navarra que un estilo de vida poco saludable, sedentario, con una dieta inadecuada, el consumo de alcohol excesivo, o el tabaquismo también aumentan el riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca.
«Todos estos factores, y la asociación de muchos de ellos con el envejecimiento, contribuyen al aumento creciente de la incidencia de la insuficiencia cardiaca. Es importante tener en cuenta que, actualmente, la insuficiencia cardiaca, asociada predominantemente con la hipertensión y con las alteraciones metabólicas (insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada) constituye ya el 50% de los casos de insuficiencia cardiaca», subraya.
¿PODEMOS PREVENIRLA?
A la hora de prevenirla, la académica de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España mantiene que el riesgo de desarrollar insuficiencia cardiaca disminuye al implementar un estilo de vida saludable, que incluye ejercicio físico y hábitos de vida saludables. Por otra parte, señala que el control de los factores de riesgo, como la hipertensión, la diabetes, la hiperlipidemia, o la aterosclerosis, puede prevenir o retrasar el desarrollo de insuficiencia cardiaca.
«Hay que tener en cuenta que, en la mayor parte de los casos, la insuficiencia cardiaca se desarrolla de manera lenta y progresiva durante años antes de la aparición de los síntomas clínicos. Por lo que la prevención y el diagnóstico temprano son fundamentales», insiste.
CÓMO SE REALIZA EL DIAGNÓSTICO
En este contexto, apunta que el diagnóstico clínico de la insuficiencia cardiaca se realiza cuando el paciente presenta los síntomas propios de la insuficiencia cardiaca (criterios de Framingham). «Existen biomarcadores que se miden en sangre, los péptidos natriuréticos, que permiten establecer el origen cardiaco de los síntomas y la sospecha de insuficiencia cardiaca», detalla.
A su vez, menciona que las alteraciones en la morfología y en la función cardiaca se confirman mediante pruebas de imagen: «Por una parte, se detectan cambios en el tamaño del corazón, tales como el aumento en el grosor de las paredes, la dilatación de las cámaras cardiacas (ventrículos y aurículas), o de la masa ventricular (hipertrofia)».
Por otra parte, González Miqueo dice que se corroboran las alteraciones en la capacidad contráctil (función sistólica), y/o en la fase de relajación ventricular (función diastólica). «La técnica más empleada es la ecocardiografía, aunque existen opciones más avanzadas como la resonancia magnética o la tomografía computerizada. También se pueden realizar pruebas adicionales, como una radiografía de tórax para evaluar la silueta cardiaca, y los campos pulmonares», apostilla.
TRATAMIENTO DE LA INSUFICIENCIA CARDÍACA
Sobre el tratamiento de la insuficiencia cardiaca, mantiene esta doctora por la Universidad de Navarra que va a depender en parte de la causa responsable de su desarrollo, y menciona que, sin entrar en casos específicos, en el tratamiento de la insuficiencia cardiaca confluyen varias aproximaciones:
– Medidas higiénico-dietéticas: Realizar ejercicio moderado, limitar el consumo de alcohol, dejar de fumar, dieta saludable baja en sal y en grasas, y limitar el consumo de agua (para prevenir la retención de líquidos).
– Tratamiento farmacológico: Basado en la combinación de distintos fármacos, las últimas guías de la Sociedad Europea de Cardiología recomiendan el tratamiento conjunto con un bloqueante de la angiotensina combinado con un inhibidor de la neprilisina, un beta-bloqueante, un diurético del asa, un antagonista de los receptores mineralocorticoides que bloquea la aldosterona y un inhibidor del co-transportador de sodio-glucosa tipo 2.
– En los estadios más avanzados refractarios al tratamiento puede ser necesario el uso de dispositivos implantables como desfibriladores, terapia de resincronización, dispositivos de asistencia mecánica o corazones artificiales; en algunos casos la única solución es el trasplante cardiaco.