Día Internacional del Implante Coclear: Cómo sospechar de la sordera de un niño

En España, uno de cada mil niños puede presentar pérdida de audición al nacimiento o desarrollarla de forma tardía a los 3 años de edad, según subraya la doctora Nieves Mata, jefa de Otorrinolaringología del Hospital Nuestra Señora del Rosario (Madrid).

Y es que, según insiste la también miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y de la Asociación Madrileña de Otorrinolarinoglogía, durante los 5 primeros años de vida, los educadores y los padres deben observar al niño para buscar signos indirectos de pérdida de audición.

Entre estos signos apunta a que la voz del progenitor no tranquilice al bebé, o que éste no gire la cabeza cuando le hablan, o no que no diga ‘pa-ma’ a los 6-9 meses, ni preste atención a los cuentos, ni repita palabras, o parezca que está en su mundo.

En este sentido, la Asociación Española de Pediatría (AEP) hace igualmente hincapié en la importancia de que los padres observen el comportamiento del bebé durante sus primeros meses de vida ante los estímulos sonoros.

«Durante los dos primeros meses de vida el niño parpadea, se despierta o se asusta ante ruidos fuertes y de alta intensidad; la voz de su madre es capaz de tranquilizarlo y pone atención en escucharla. Entre los 3 y 5 meses de vida dirige la mirada y gira la cabeza hacia la fuente de sonido, y entre los 6 y 9 meses es capaz de buscar la fuente de la voz o del sonido, moviendo la cabeza y el cuerpo para poder observarla. Se aconseja consultar al pediatra si se piensa que un hijo no oye bien», remarca la entidad.

¿POR QUÉ SE PRODUCE LA HIPOACUSIA?

Según la define, la hipoacusia es «la incapacidad total o parcial para oír sonidos en uno o en ambos oídos», al mismo tiempo que la AEP advierte de que también se puede desarrollar en niños que tenían audición normal cuando eran bebés.

«La pérdida puede ocurrir en uno o en ambos oídos y puede ser leve, moderada, grave y profunda. La hipoacusia profunda es lo que la mayoría de las personas denominan ‘sordera’. Algunos casos de hipoacusia son progresivos (empeoran con el tiempo), mientras que otros permanecen estables y no empeoran. También hay hipoacusias transitorias, como las que provocan las otitis en niños algo más mayores», agrega.

En concreto, explica que la mayor parte de las hipoacusias o sorderas infantiles graves o profundas están presentes en el momento de nacer, a la vez que precisa que más de un 60 % de estas sorderas pueden tener origen genético.

«Otras sorderas congénitas son debidas a situaciones que han pasado durante el embarazo o al nacer: recién nacidos con peso menor de 1.500 gramos, infecciones como meningitis o infecciones durante el embarazo (rubeola, toxoplasma, citomegalovirus) o nacidos con algunas malformaciones. Estos niños tienen más riesgo de tener hipoacusia. La mayoría de los niños sordos son hijos de padres que oyen bien», mantiene.

LA AUSENCIA DEL LENGUAJE

Así con todo, la doctora Nieves Mata subraya que para evitar el diagnóstico de la pérdida de audición de forma tardía, se han desarrollado planes de detección precoz de la pérdida de audición al nacimiento en todas las comunidades autónomas: «Se hacen pruebas a los recién nacidos antes del alta hospitalaria mediante potenciales evocados de ‘screening’, buscando aquellos niños que no pasan la prueba y aquellos que, aún pasándola, tienen riesgo de desarrollar pérdida de audición porque sus madres o ellos han estado expuestos a diversos factores de riesgo».

La AEP llama la atención en este sentido sobre la consecuencia más grave de la sordera, sobre si no se detecta a tiempo: la ausencia del lenguaje. «Un niño que no oye puede tener un desarrollo aparentemente normal hasta los 18 o 24 meses de vida, en los que un retraso en la adquisición del lenguaje puede ser normal, por lo que se puede pasar por alto que el niño sea sordo. El problema de una detección tardía es que estos niños no hablan porque no oyen, por lo que la detección y el tratamiento deben ser lo más precoces posibles para que el niño desarrolle el lenguaje», resalta.

Por eso, la experta del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Madrid subraya que su objetivo consiste en diagnosticar a los niños con pérdida de audición antes de los 6 meses de edad para que el desarrollo del lenguaje sea adecuado. «En algunos casos necesitarán un audífono, en otros será necesario un implante coclear», apunta

Además, y a la hora de evitar dañar la audición de los más pequeños, la doctora Mata recuerda que la exposición a ruidos fuertes durante periodos cortos de tiempo o a intensidades más bajos pero durante mucho tiempo puede producir un trauma acústico (cohetes, televisión muy alta, uso de cascos para oír música,..). «Esta es una lesión irreversible de la cóclea que sólo puede prevenirse evitando la exposición, no tiene tratamiento», avisa.

Con ello, esta experta en Otorrinolaringología subraya que, ante cualquier niño con retraso en el aprendizaje, retraso en la adquisición del lenguaje, conducta distraída o desinterés o problemas de comportamiento, se debe siempre sospechar de una pérdida de audición y ve recomendable una visita al especialista para descartar moco en el oído o una afectación del oído interno.

En última instancia recuerda cuáles son los principales hitos del lenguaje:

   .-DE 0 A 3 MESES

   – Ante un sonido no se observan en el niño respuesta reflejas del tipo: parpadeo, agitación, despertar.

   – No le tranquiliza la voz de su madre

   – No reacciona al sonido de una campanilla

   – Emite sonidos monocordes

   .-DE 3 A 6 MESES

   – Se mantiene indiferente a los ruidos familiares

   – No se orienta hacia la voz de su madre

   – No responde con emisiones a la voz humana

   – No emite sonidos guturales para llamar la atención

   – No hace sonar el sonajero si se le deja al alcance de la mano

   .- DE 6 A 9 MESES

   – No emite (pa, ma, ta*)

   – No vocaliza para llamar la atención, sino que golpea objetos cuya vibración al caer asocia con la presencia de su madre

   – No juega con sus vocalizaciones, repitiéndolas e imitando las del adulto

   – No atiende a su nombre

   – No se orienta a sonidos familiares no necesariamente fuertes

   – No juega imitando gestos que acompañan cancioncillas infantiles («los lobitos»)

   o sonríe al reconocer éstas

   – No dice «adiós» con la mano cuando se le dice esta palabra

   .- DE 9 A 12 MESES

   – No reconoce cuando le nombran a «papá» y «mamá».

   – No comprende palabras familiares

   – No entiende una negación

   – No responde a «dame» si no se le hace el gesto indicativo con la mano

   .- DE 12 A 18 MESES

   – No dice «papá» y «mamá» con contenido semántico

   – No localiza la fuente del sonido

   – No señala objetos y personas familiares cuando se le nombran

   – No responde de forma distinta a sonidos diferentes

   – No se entretiene emitiendo y escuchando determinados sonidos

   – No nombra algunos objetos familiares

   .-DE 18 A 24 MESES

   – No presta atención a los cuentos

   – No comprende órdenes sencillas si no se acompañan de gestos identificativos

   – No identifica las partes del cuerpo

   – No conoce su nombre

   – No hace frases de dos palabras

   .-A LOS 3 AÑOS

   – No se le entienden las palabras que dice

   – No repite frases

   – No contesta a preguntas sencillas

   .-A LOS 4 AÑOS

   – No sabe contar lo que le pasa

   – No es capaz de mantener una conversación sencilla

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