Iván Bragado y Discamino se van acercando a Roma a base de kilómetros

En este tramo se suma Antonia para echar una mano tramo final con Anita.

El tercer día del preámbulo a ese objetivo Roma-Santiago de Compostela sigue dejando curiosidades para Iván Bragado y para sus compañeros de fatiga de Discamino. Fernando, Chema, Javier, e Iván siguen recopilando momentos reseñables en su agenda de viaje y tras la paliza de la jornada dos, llegaba la del tres. Atascos, calor y el maldito teléfono de la ducha. Mejor nos lo cuenta Javier Pitillas.


DÍA 3°.- Carcassonne-Albissola Marina
«Cómo los atascos ya no son novedad y el exceso de calor ya no nos lo va a quitar nadie, mejor no quejarnos y centrarnos en lo bueno.
Bueno es que hayamos llegado a Albissola a tiempo para comer en casa de Antonia, aunque lo de a tiempo sea muy relativo ya que hemos comido a las 17:30, nada más llegar. Antonia, la sexta peregrina de este equipo, venía como pieza fundamental para la atención personal de Ana, pero los problemas para el regreso de Anita a Vigo hicieron que se cambiara el orden de participación colocando a Chema en el primer tramo y a Ana en el último. Eso ha modificado la función de Antonia convirtiéndola en guía e intérprete, además de bici de apoyo.
Bueno también es que hayamos podido dejar la furgoneta aparcada junto al retén de la Cruz Roja de Albissola porque así la tenemos vigilada y no ha hecho falta descargarla.
Y buenísimo es contar con buenos amigos que se hagan patrocinadores de nuestras aventuras. Un millón de gracias a ese AMIGO anónimo que se hizo cargo de la etapa de hoy.
Y para terminar, una anécdota. Cómo he dicho, estamos en casa de Antonia. Después de comer nos hemos ido duchando por turnos. Primero yo, luego Iván, después Fernando y el último, de momento, Chema. Fernando ha acomodado al peregrino ferrolano en la bañera ayudándole a sentarse para no caer ya que no mantiene el equilibrio. Le ha dejado a mano el champú, el gel y la toalla.
– ¿Todo bien? -pregunta Fernando.
– Todo perfecto -dice Chema.
Un minuto más tarde se escucha a Chema llamarnos a gritos. Entro en el baño y lo encuentro perfectamente sentado en el interior de la bañera.
– ¿Ya has acabado?
– ¡¡¿Acabado?!! -cara de circunstancias-. Por favor, dame el teléfono – mirando hacia arriba.
– ¡¡¿El teléfono?!! -siguiendo su mirada y, al momento, rompiendo a reír.
Efectivamente, se trataba de una ducha de teléfono y el teléfono estaba colgado en su sitio, a dos metros de altura, un poco lejos del alcance del pobre Chema».

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