DEPORTES

La presencia de la lluvia marcaba el día nueve del Roma-Santiago de Discamino

La lluvia retrasó la hora programada de salida y convirtió la carretera en una pista de patinaje.

A Discamino, Iván, Chema, Javier Pitillas, José Luis, Antonia y Fernando ayer les acompañó la lluvia que arreciaba muy pronto retrasando la salida prevista. Luego cuando se decidió arriesgar también fueron acompañados del líquido elemento pero en menor cantidad, así que a mojarse tocaba. La lluvia y el mal estado de las carreteras pusieron en más de un aprieto a la expedición del Roma-Santiago y de nuevo aparece el cafre del volante que a punto estuvo de provocar un accidente y además arrollar o sacar de la carretera a Iván y Fernando «estoy pasando mucho miedo en la carreteras,no vuelvo a este país ni de coña», decía Iván. Sea como fuere el noveno día y la etapa quinta San Gimignano-Lucca ya está en el bolsillo. Veamos que más nos cuenta Javier Pitillas.

 

DÍA 9°.- PASADOS POR AGUA Y VIVOS DE MILAGRO

«Hemos pasado una noche un poco calurosa pero muy acogedora con Marco y Luisa, el matrimonio de hospitaleros del albergue de San Gimignano. Gente verdaderamente amable que se levantó a las 05:15 para darnos el desayuno, aunque, si llegamos a saber lo que nos esperaba, ni les hubiéramos hecho madrugar a ellos ni lo hubiésemos hecho nosotros porque a la hora de subir a las bicis, con todo ya preparado, hemos tenido que abortar la salida porque ha empezado a llover con verdaderas ganas. Mirando al cielo cada poco y tratando de resolver el misterio de la puerta del baño auto-clausurada nos hemos tirado nada más y nada menos que una hora. Al final, cuando la lluvia se ha convertido en llovizna, hemos hecho un rápido referendum y como ha ganado la moción del «vámonos cagando leches ahora que parece que para», nos hemos ido cagando leches aprovechando que parecía que paraba. Demócratas que somos.
Nuestras convicciones democráticas nos han tenido a buen remojo durante la primera hora de la etapa y congelados las dos siguientes, pero…así es la vida y seguro que los atenienses del siglo V a.C., y en especial «Κ. Πλάτωνα» (el señor Platón), estarían muy orgullosos de nosotros.
Entre que la etapa era larguísima, que habíamos arrancado tardísimo y que andábamos congeladísimos, nos dedicamos a dar pedales como sino hubiera un mañana y, antes de darnos cuenta (una leche, ya lo creo que nos dimos cuenta; nos dimos cuenta de cada pedalada, de cada cuesta, que las hubo a porrillo, de cada bajada con el firme destrozado que nos ponía los cataplines de corbata…pero ya se sabe que queda muy bien eso de decir… «casi sin darnos cuenta»; memeces literarias que ahí quedan).
¿Por dónde íbamos? Ah, sí, ….casi sin darnos cuenta estábamos a 15 kms de Pontedera, así que decidimos darle un último arreón a la primera parte de la mañana y dejar el bocata para más tarde. Eran las 11:00 sin dar cuando vimos la furgo de Alento Asociación de Dano Cerebral parada en una especie de Brico King en la entrada de la ciudad de la Piaggio (hoy casi también de la «pioggia»). Paramos y, después de quitarnos la ropa mojada, nos pusimos hasta la cresta de comer y beber. Habíamos hecho 50 kms del tirón y sólo quedaban 29 para el albergue de Lucca. Eran las 13:20 cuando llegamos a él después de haber hecho una media de 19’6 kms/h (es una joya la aplicación que tiene Iván para estas cosas). El lugar de pernocta es una maravilla y, de nuevo, el hospitalero, Bruno, un cielo. Hemos de felicitar a Antonia por las gestiones que hizo y por las que hace cada día con asociaciones y policías municipales que nos permiten, entre otras cosas, entrar en los cascos viejos de las ciudades y aparcar en las puertas de los alojamientos.

Seguro que alguien se ha dado cuenta de que han quedado dos cosas en el aire sin explicar: lo del baño de San Gimignano y lo de estar vivos de milagro.
Lo del baño es algo que aún nos tiene intrigados. Yo tengo mi particular teoría, pero no es algo científico al 100% por lo que la voy a mencionar sólo como algo anecdótico a la espera de confirmación por parte del organismo que desarrolla la Ley 1/2005 de 9 de marzo. El caso es que Chema ha estado unos 20′ cerrado en el único retrete del albergue (es necesario saber que el retrete no tiene pestillo, pero si una llave que hay que girar para cerrar la puerta y salvaguardar la privacidad en esas cosas tan personales de cada uno). Pues bien, al salir, y para salir obviamente ha de girar la llave y abrir la puerta, al salir ha arrimado la puerta a su marco. Un minuto más tarde hemos tratado de entrar al baño y no ha habido forma de hacerlo. Lo hemos intentado nosotros, lo ha intentado Katia, una peregrina húngara con la que hemos compartido estancia, lo han intentado el hospitalero y su mujer con todas las herramientas disponibles en la casa, en nuestra furgo y en nuestros triciclos, pero ni flores. Nos hemos ido de allí sin poder entrar de nuevo al W.C. A ver, ¿¡¡cómo puñetas se puede explicar eso!!? Juro que no bromeo. Ha sucedido tal cual lo he explicado. Mi teoría es que, Chema, con todo lo que se mete para comer en ese cuerpo escuálido que Dios le ha dado, debe tener un tracto digestivo muy particular de modo que lo que ha podido generar ese cuerpo en aquella minúscula estancia durante los 20′ que estuvo allí encerrado, a buen seguro fue capaz de dilatar la madera del marco y la de puerta y encajarlas de tal modo que luego fue imposible abrirlas. La ley que desarrolla el asunto de los gases invernadero nos dará la solución.

Y lo otro, lo de estar vivos de milagro lo decimos por partida doble. Por un lado Fernando e Iván han estado a punto de salir volando en una curva a consecuencia del horrible estado de la calzada. Y un rato más tarde, en una curva cerrada sin visibilidad alguna, nos ha adelantado un 5 ejes que ha estado en un tris de llevarse por delante al coche que circulaba perfectamente en sentido contrario. Si ese coche, conducido por una chica que nos ha mirado despavorida, llega a aparecer 5″ antes, ahora estaríamos hablando de una colisión frontal muy probablemente mortal. Y el hijo de Satanás del camionero, para evitar comérsela, casi nos saca de la carretera a nosotros con la parte de atrás de su jodido remolque.
Y para terminar, 3 hurras a la tortilla de patatas de José Luis».

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