REGIONAL

Psicólogos de CyL reclaman un seguimiento en Atención Primaria de los intentos de suicidio para prevenir reincidencias

En Castilla y León se suicidan una media de 200 personas al año, una lacra que se sitúa como la primera causa de muerte violenta en menores de 40 años, muy por encima de los accidentes de tráfico.

El Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León (Copcyl) ha reclamado un seguimiento profesional en Atención Primaria de los intentos de suicidio frustrados para prevenir reincidencias y ha puesto de manifiesto la necesidad de una detección precoz desde este ámbito sanitario.

El Copcyl se ha expresado así en el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que es la principal causa de muerte violenta entre los menores de 40 años que, en el caso de Castilla y León «sacude» a unos 200 familias al año –40 en Valladolid, sin que se hayan registrado variaciones en la última década.

«La prevención y la normalización de las enfermedades o trastornos mentales es la mejor arma para paliar este problema», ha advertido la institución colegial, que ha incidido en que en Castilla y León –según el último estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019– se produjeron 218 suicidios, 76 por ciento de hombres y 24 por ciento de mujeres. En España la cifra llega hasta los 3.671 y los expertos estiman que los intentos fallidos alcanzan los 8.000 casos.

En la estadística, los casos de suicidio no varían apenas de año en año; de hecho, apenas cambian por provincias, es una cifra continua y estable que se mantiene en el tiempo.

«Las personas que padecen enfermedades mentales, depresiones y los estados de ánimo bajos son similares cada año. Mientras no haya un plan de prevención adecuado, los suicidios serán más o menos los mismos cada año», ha asegurado el vicedecano del Colegio y coordinador de emergencias, Vicente Martín. «No conseguimos bajar las cifras, está claro que no estamos poniendo todos los recursos que deberíamos. No son suficientes», ha aseverado.

IMPACTO DE LA PANDEMIA

Estos últimos datos publicados por el INE, recogidos en el año 2019, no reflejan aún el impacto de la pandemia de la COVID y sus consecuencias.

«Aunque habrá que esperar para poder analizar la estadística, los datos que manejamos en cuanto a activaciones por autolesiones en menores, intentos autolíticos y suicidios consumados no nos dejan ser optimistas», ha lamentado el decano del Copcyl, Jaime Gutiérrez.

Para tratar de cambiar esta realidad y mitigar el número de casos, los expertos del Colegio abogan por el diseño de un plan integral de prevención de la conducta suicida que incluya implantar servicios especializados en suicidio en Atención Primaria, contando con psicólogos que puedan valorar factores de riesgo desde edades tempranas y en periodos incipientes.

Vicente Marín ha apuntado que, una vez que ha habido intento de suicidio y hay una persona superviviente, es importante ir haciendo una valoración de estas personas y establecer un sistema de seguimiento, igual que se realiza en cualquier otro tipo de problema médico.

Además, considera que «también deberían seguirse con mucha atención los trastornos de angustia o de ansiedad ya que, aunque no están directamente relacionados con el suicidio, pueden llevar a él».

La importancia de contar con estos servicios especializados se explica por la dificultad de detección por parte de las familias de los pequeños indicios que pueden alertar sobre un suicidio, que en la mayoría de las ocasiones únicamente se interpretan como señales cuando lamentablemente ya ha ocurrido.

INDICIOS

Los cambios en el comportamiento –ya sean bruscos o paulatinos– o en el aspecto físico, así como problemas en el trabajo, incapacidad para gestionar las emociones o la verbalización de angustia ante la vida son los principales signos de alerta en personas que pueden tener inclinaciones suicidas.

La detección de estos indicios es para el Copcyl «primordial» y los servicios de Atención Primaria se convierten en la herramienta «más adecuada».

Además, desde el Colegio de Psicólogos recuerdan que el suicidio sigue siendo un tema tabú del que no hablan ni los medios ni la sociedad, e insisten en la necesidad de normalizar esta realidad.

Por edades, el tramo de 45 a 59 años es en el que más casos se registraron en Castilla y León, con un total de 63, seguido del de mayores de 75, entre los que se produjeron 52 muertes por suicidio.

En todas las franjas de edad se contabilizaron casos, salvo en la de menores de 15 años, en la que no hubo ninguno, y en todas ellas se dieron con mayor frecuencia en hombres que en mujeres.

Así, fallecieron 47 castellanoleoneses de entre 60 y 74 años y 40 de la franja de edad comprendida entre 30 y 44. Entre los jóvenes de 15 a 29 años se registraron 16 casos.

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