COMARCA

CAPÍTULO IV | Tres siglos portando andas desde casa a la sepultura

Ya habían transcurrido casi dos siglos desde la fundación de la cofradía de la Santa Cruz en Santibáñez de Vidriales (1735) y el cabildo renovaba en el 1903 sus estatutos, como explicamos en el capítulo anterior. Eran tiempos aciagos en los que en España se había creado el Partido Liberal Conservador (fruto de la unión de los conservadores de Francisco Silvela y de los liberales disidentes dirigidos por Antonio Maura) y sería este político, Antonio Maura, quien años más tarde y siendo presidente de Gobierno conocería la villa vidrialesa a través de escritos epistolares con un ilustre vecino de Santibáñez.

Solo 60 reales quedaban al mayordomo entrante en ese año de 1903. Una cantidad muy por debajo de la media del resto de cofradías de la comarca. Al año siguiente, el 1904, las cuentas se registraban en pesetas, como se había hecho también a partir del 1900. Eso si, no se dejaba atrás el pago en hogazas de pan, en vino o en cera. Este último elemento seguía siendo fundamental en el órgano cofrade, velas y velandones se utilizaban en la comitiva fúnebre desde la casa a la iglesia y el cementerio.

El cabildo cofrade seguía renovándose año tras año por Santa Cruz, el 3 de mayo, y continuaba también sancionando a los incumplidores a las Reglas. En muy pocas ocasiones se llegaba a expulsar a hermanos de la cofradía, pero parece ser que no le dolían prendas a las sucesivas juntas cofrades en el caso de no atenerse a lo mandado. Y una de las estipulaciones más severas la constituía no pagar la cuota fijada llegando incluso a la pena de la expulsión. Eso sucedía en el cabildo de 1908 cuyos miembros acordaron por unanimidad expulsar a un cofrade y su mujer por no abonar «la paga por la entrada de él y su mujer» y «…se negó pagar, por lo tanto el cabildo acordó expulsarlo fuera de la cofradía de esta villa para siempre jamás, así lo acordaron y firmaron con los testigos presenciales de esta localidad«.

En estos primeros años del siglo XX, las actas cofrades reseñan ya con nombres y apellidos las entradas de los nuevos hermanos y son en número de una docena las entradas de media anuales en la primera década. En el año 1914 las cuentas del cabildo, con fecha 3 de mayo, arrojan un balance de ingresos correspondientes a las 6 defunciones o lo que es lo mismo 18 pesetas, a 3 pesetas cada una, por 11 entradas en la cofradía 18 pesetas y por 7 sanciones otras 7 pesetas. En total, son 43 pesetas; pero parece ser que las cuentas se cuadraban casi siempre para que no sobrase nada al siguiente mayordomo. Es decir, que los gastos se registraban, en ese año, de este modo: 6 pesetas por derechos al señor cura, 16 pesetas por las bollas de pan, otras 15 pesetas por el gasto en vino y 6 pesetas más por los gastos en la compra de cera. En total, 43 pesetas.

El número de cofrades no se detalla en acta alguna, aunque sí las nuevas entradas y defunciones y ello nos da una idea que a partir de la segunda década del siglo XX los ingresos son más abultados coincidiendo con una mayor presencia de vecinos llegados a residir a Santibáñez de Vidriales aprovechando los años de auge y esplendor de la ya pujante villa vidrialesa. Las grandes infraestructuras que se llevaban a cabo en la villa, fuentes monumentales con abrevaderos para el ganado, las obras de construcción de la Casa Consistorial, las obras de la fábrica de harinas, Arco de El Ferial e, incluso, la carretera desde La Bañeza, procuraban realzar la importancia de Santibáñez de Vidriales en la comarca. A ello se suma que la villa contaba ya con energía eléctrica con un tendido desde La Milla de Tera. El cabildo reunido el 3 de mayo de 1926 informaba de las cuentas con un resultado a favor del mayordomo entrante de 173 pesetas. Y eso que faltaban por cobrar las nuevas entradas y salidas, así como los castigos impuestos.

Pero fue en ese año 1926 cuando se da cuenta del «puro desconcierto«, así como «el desbarajuste» y el «desequilibrio» que reinaba ya en el órgano cofrade. Unos extremos analizados en la reunión del cabildo, a las puertas de la iglesia, a la salida de la misa de la Invención de la Santa Cruz, el 3 de mayo. Estos extremos se debían a la «inasistencia a las defunciones» de un buen número de cofrades, incluso los dirigentes de la cofradía, el juez y el mayordomo. Esto último provocó que se pidiese a viva voz la sustitución de estos cargos y las sanciones correspondientes. Más aún, «se les imponga el correctivo que se crea conveniente, incluso el expulsarlos de la Hermandad por su abandono y negligencia en sus cargos». Una circunstancia que era aprobada nombrando a los sustitutos.

Esta dolorosa situación para la cofradía era aprovechada para renovar los estatutos «en lo referente a los castigos y otros capítulos, los cuales se pondrán de manifiesto a fin de que el que los crea justos se asocie como hermano y el que no, se quede fuera de la cofradía».

Un enterrador para hacer sepulturas y cuidar el cementerio

Las nuevas estipulaciones vienen a señalar por primera vez la figura de un enterrador cuyos trabajos puntuales se pagarán con los fondos de la cofradía. «La cofradía nombrará y pagará de sus fondos un enterrador para que abra las sepulturas y cuide de la limpieza del cementerio y sino se encontrase, se hará por vela».

A partir de entonces se suprime la cera que la cofradía daba en los entierros y también las 3 pesetas que pagaba cada hermano a su fallecimiento, aumentando la cuota de entrada a 3 pesetas en lugar de 1,50 pesetas que se abonaba hasta la fecha. Normalmente se pagaban 3 pesetas porque las entradas se hacían marido y mujer.

Eso si, las sanciones seguían siendo importantes porque constituían una importante fuente de ingresos. Así, por no acompañar al cadáver en su entierro y a la misa de funeral, se fijaba una multa de una peseta «y si solo faltase al acompañamiento o a la misa, pagará sólo cincuenta céntimos».

Es en el acta de 1927, del 3 de mayo, cuando por primera vez se reflejan todos los cofrades asistentes al cabildo. En total, asistieron a esa reunión a las puertas de la iglesia parroquial de San Juan Bautista, 173 cofrades siendo informados del balance de cuentas con un saldo de 305 pesetas. Todo ello, después de haber cobrado las multas, las entradas y abonar los gastos al sepulturero, al señor cura, y de gastos en un libro y un talonario.

Como la villa de Santibáñez de Vidriales ya contaba con un constante flujo de personas, sobre todo a las citas de mercados, se decidía realizar una nueva modificación en los estatutos, incluyendo que «si algún transeunte forastero falleciese, es obligación de admitirlo de cofrade pagando los derechos de entrada, pero el acompañamiento del cadáver y la misa será libre y voluntario». Del mismo modo, se recoge por vez primera que «las viudas que sean cofrades, es obligación de acudir a los actos lo mismo que los demás cofrades, excepto las que se hallen imposibilitadas y no puedan asistir«. Y en el año 1929, referente a las cofrades viudas se determina que en el caso de tener hijos «en su compañía están obligadas a hacer las faenas como los demás cofrades».

Los incumplimientos de los cofrades a las normas establecidas se siguen sucediendo y en una reunión del cabildo con fecha 1 de diciembre de 1929, se acuerda que quienes sigan sin pagar las multas o no aceptar los cargos para los que han sido nombrados y ante la petición de varios cofrades, «para más seguridad» estampen su firma en el acta «todos los que quieran seguir de cofrades, especialmente los cabezas de familia y las viudas, pues con esto constan los demás de la casa». Los cargos de juez y mayordomo quedan, desde entonces, obligatorios y nombrados por vela correlativamente «a no ser que alguno con causa justificada no pueda ejercer dicho cargo, siendo estos cargos por medio año desde el año nuevo al día de San Pedro». Quienes no abonen los castigos atrasados «no serán admitidos como cofrades si no los pagan».

El capítulo de gastos en las cuentas anuales comienza en los años 1939, 1940 y 1941 a reflejar conceptos con cuantías abultadas como el pago de 3 palas de negrillo por 80 pesetas. Y ya los ingresos por multas eran cuantiosos, cifrándose en 249 pesetas. En ese año 1941 se retiraron las puertas viejas del cementerio y por las que un comprador pagó 50 pesetas. Las nuevas puertas de hierro costaron en una fragua local 400 pesetas y otras 329 pesetas por los materiales de obra y su colocación.

Derribo de la ermita

En las cuentas de la cofradía de la Santa Cruz no se registra gasto alguno, ni otro concepto, por el derribo de la ermita sede del órgano cofrade ubicada en la plaza de Abajo, con el campanil coronando el pórtico junto a la carretera como se aprecia en fotografías de la época. Fue el 14 de septiembre de 1947 cuando se procedió a derribar la ermita. Los restos pétreos del edificio religioso se amontonaron en la zona que entonces se llamaba las Tierras, entre las escuelas y el lugar donde posteriormente se construyeron las dos casas para los maestros. Eso un montón de piedras, porque el otro se apiló junto al edificio del Ayuntamiento que fuera construido pocos años antes, en el 1927. Al parecer, todo apunta a que el edificio de la ermita molestaba su ubicación concreta en medio del ágora para la ya entonces floreciente actividad comercial de la villa de Santibáñez de Vidriales.

Foto: Colección M.A.C. Ermita de la Santa Cruz, en medio de la plaza, en 1920

La historia continúa en el siguiente capítulo.

Fotos: Colección M.A.C.

Enlace al capítulo 1:

https://www.benaventedigital.es/capitulo-i-tres-siglos-portando-andas-desde-casa-a-la-sepultura/

Enlace al capítulo 2:

https://www.benaventedigital.es/capitulo-ii-tres-siglos-portando-andas-desde-casa-a-la-sepultura/

Enlace al capítulo 3:

https://www.benaventedigital.es/capitulo-iii-tres-siglos-portando-andas-desde-casa-a-la-sepultura/

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba

Adblock Detectado

Por favor, considere apoyarnos mediante la desactivación de su bloqueador de anuncios. Gracias.