COMARCA

El legado del Museo de Santa Marta de Tera

El ex párroco Pedro Centeno fue uno de los promotores del espacio museístico en el palacio de los obispos

Este jueves 10 de diciembre se cierra la temporada de visitas en el museo de Santa Marta de Tera y en el templo románico. Es en este 2020 cuando se llegan a cumplir 10 años desde que arrancara la colección museográfica parroquial y del camino jacobeo mozárabe sanabrés.

Un recinto museístico alojado en el edificio anejo de la iglesia, en el antiguo palacio de los obispos, promovido por el ex párroco Pedro Centeno con la estimable ayuda de los estudiosos locales Nazario Ballesteros y Ángel Panizo, así como de voluntarios y de algunas instituciones que dieron el do de pecho para erigir el espacio en un referente del camino. Desde la fabricación de las primeras vitrinas, atriles, estantes e iluminación, así como la disposición museística y la donación de algunas de las obras, el que fuera párroco de Santa Marta de Tera, Pedro Centeno Vaquero, ha dejado una huella indeleble como hacedor.

El ex párroco Pedro Centeno en plena faena, hace 10 años, fabricando las vitrinas del museo

En el edificio mandado contruir por el mitrado Pedro de Acuña de Avellaneda durante el reinado de Carlos I y el pontificado de Julio III se halla la recepción de los visitantes a la joya del románico y a la colección museográfica. Las visitas son recibidas por un noble mobiliario con manufactura de carpinteros de la zona, alguno de ellos también dejó su marca imborrable en uno de los cajones de los muebles. Sobre los muros pétreos cuelgan óleos de relevantes eclesiásticos y con una quietud sonora el visitante es recibido por una rica muestra de carracas y matracas, esos instrumentos acústicos que hacían de heraldos de los oficios religiosos semanasanteros.

Con una variada temática distribuida en tres secciones: una integrada por piezas y elementos de arte sacro de la parroquia, otra con piezas y obras referentes a temas jacobeos y una tercera integrada por elementos que conforman la memoria histórica del monasterio y del pueblo de Santa Marta de Tera, el recinto contiene un rico patrimonio como unas lipsanotecas, piezas curiosas como una funda en piel y su interior de terciopelo para guardar un cáliz limosnero regio. Una rica pieza trabajada por el orfebre en el año 1752 y que muestra una inscripción en la que se encuentra grabado el escudo del rey Fernando VI con la leyenda:» Ferdinandus VI. D. G., Hispaniarum rex. Virtute et protectione». En la parte inferior aparece la leyenda: «eminentísimo don Álvaro de Mendoza, Cardenal de la santa iglesia romana. Patriarca de las Indias, Capellán y limosnero mayor de S.M. Año 1752».

El cáliz limosnero regio

No faltan junto a las piezas de valor y arte sacro las documentales como la relación de abades y dignidades que rigieron los destinos del monasterio de Santa Marta en la Riba del Tera a lo largo de un milenio, concretamente desde el año mil y uno, y que en la muestra expositiva dan testimonio, a través de los siglos, de los eclesiásticos que gobernaron este recinto cenobítico por el que pasaron prelados, emperadores y reyes, además de beatos y santos. No obstante, la historia en realidad viene algo más lejana teniendo que remontarse a unas décadas anteriores, ya que en el año 979 el monasterio aparece perfectamente documentado y objeto de veneración por parte de no pocos fieles y peregrinos. Posiblemente la fundación del monasterio se deba entre los años 910 y 951 en la época áurea del monacato astorgano durante los pontificados de San Genadio, San Fortis y Salomón.

En el recorrido por la rica muestra expositiva no faltan tampoco las reliquias de no pocos aureolados. Junto a los vasos sagrados y paños litúrgicos bordados en oro se hallan reliquias de la fundadora de la Orden el Carmelo, de Santa Teresa de Jesús o restos óseos de obispos astorganos, de los santos Ordoño y Dictino, el primero a quien el rey leonés Fernando I entregó en el año 1063 el monasterio de Santa Marta y el segundo quien en el siglo V se convirtió en gran defensor de la fe cristiana en una convulsa Hispania de la época. Estos restos de aureolados se hallan bajo el ara sagrada en el transepto del crucero. Pero en el relicario que se expone en el recinto museístico se alberga una variada muestra de objetos y artículos de Santa Teresa junto a telas y pañitos tocados a cuerpos de santos como el de San Juan de la Cruz, de San Esteban rey de Hungría, cintas de los santos Eugenio y Leocadia y restos óseos atribuidos a San Valeriano, a Santa Flora, de San Eugenio, el obispo San Martín, del santo mártir Indalecio, de San Salvador, San Pelayo, del Palio Santo, de San Longinos mártir o de reliquias no identificadas entre otras muchas más que conplementan en otra estancia tres pequeñas lipsanotecas del siglo XI. Es decir, tres cajitas de madera que guardan reliquias de santos acompañadas por las inscripciones en letra visigótica con la identificación de éstos.

Un visitante observando las lipsanotecas del siglo XI

La reproducción de un códice del siglo IX, del escriba Danila, la llamada Biblia de Danila, llevado al sur de Italia por el antipapa Gregorio VIII, figura también entre los tesoros museísticos, así como unas copias de los manuscritos del testamento de la reina Isabel la Católica y que dio a conocer el rey Fernando durante su estancia en la villa de Santa Marta de Tera el 21 de junio de 1506. La reina Isabel había otorgado el testamento ante el notario real Gaspar de Gricio en la villa de Medina del Campo el 12 de octubre del año 1504. La propia reina añadía además un Codicilo que firmó ante el secretario y notario real el 23 de noviembre del mismo año, tres días antes de su muerte. La reina Isabel dispuso que el original de ambos documentos fuera depositado en el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe y se hiciesen dos traslados, uno para la iglesdia catedral de Toledo y otro para el monasterio de Santa Isabel, que ella había fundado en la Alhambra de Granada.

Primera página del primer traslado del testamento de la reina Isabel la Católica

Había fallecido la reina y pasó el tiempo sin haber hecho los traslados de los documentos, como ella había dispuesto en su testamento. Y fue entonces cuando el interés de Felipe el Hermoso por conocer su contenido provocó que el rey Fernando el Católico aprovechara su corta estancia en el monasterio de Santa Marta de Tera para hacer esos traslados o copias. Y ello se hizo ante el regidor de la villa un 21 de junio de 1506. Hacía poco tiempo que había fallecido Isabel La Católica y el monarca se disponía a recibir a sus hijos, la reina Juana y el rey Felipe el Hermoso, desembarcados en La Coruña. Había sido el propio yerno del rey Fernando quien le había pedido a través de una misiva poder ver el testamento de la difunta reina Doña Isabel. Junto a este importante documento se muestran un retrato del rey Fernando y unas reproducciones en miniatura del libro de horas de la reina Isabel La Católica.

Y como no podía ser de otro modo, en un recinto museístico referente en el camino sanabrés se hallan cartelas de peregrinos, conchas, piedras y obras documentales y fotográficas.

Y como pieza fundamental y testigo mudo de la historia, en el exterior se halla el icono pétreo del Santiago Peregrino.

Relicario con huesos y pañitos de santos

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