SOCIEDAD

In Memoriam: Vivir para servir. José Muñoz Miñambres

La parroquia de Nuestra Señora la Virgen del Carmen le dedica al fallecido párroco un sentido homenaje

Sus restos mortales están siendo velados en el Tanatorio Sever de Zamora. A las 12:30 horas de este jueves 11 de noviembre el obispo Fernando Valera preside la misa exequial en la Catedral de Zamora y posteriormente serán trasladados al cementerio de Benavente para su inhumación, como se adelantó ayer tarde en este medio al informar de su fallecimiento.

Cada persona, a lo largo de nuestro paso por este mundo, tenemos una ideología, un credo, una forma individual de pensar, obrar, actuar y hasta de sufrir; pero todos compartimos una misma certeza: que nacemos, vivimos y morimos. A esta meta final, que es la carrera de la vida, ha llegado el sacerdote don José Muñoz Miñambres; fallecía el miércoles 10 de noviembre de 2021 a la edad de 89 años en el Hogar Reina de la Paz de Zamora, donde últimamente residía a causa de su delicada salud.

La ruleta de la vida le hizo nacer el 27 de enero de 1932 en Euguí, concejo del Valle de Esteribar, al norte de la Comunidad Foral de Navarra, población donde en aquellos años estaba destinado su padre, Rafael Muñoz García, natural de Teruel; su madre, Leónides Miñambres Rodríguez descendía de Milles de la Polvorosa, pueblo de la comarca zamorana de Benavente y los Valles. Vivió su infancia en tiempos de incertidumbre social y política; ya adolescente, en aquella España aislada, con carencias y necesidades, tomara la decisión de ingresar en el Seminario Diocesano “San Atilano” de Zamora para formarse, fortalecer cuerpo y espíritu, cultivar la incipiente vocación al sacerdocio y hacer de su vida un servicio a la comunidad.

Terminados los estudios de Teología en el curso 1954-55, el 26 de junio de 1955, un joven de 23 años, es ordenado presbítero; meses después, el 10 de septiembre de ese mismo año, es nombrado cura ecónomo de El Pego y auxiliar de la Bóveda de Toro, pueblos en la comarca zamorana de La Guareña. Ocho años más tarde, el mismo mes que fallecía Juan XXIII, el 27 de junio de 1963, con 31 años, es enviado a Benavente, a la Parroquia de Renueva, en sustitución de don José Gutiérrez Fernández (conocido cariñosamente como don Joselico) que había presentado su renuncia el 17 de junio de 1963, quedando en calidad de párroco jubilado.

Pasada la festividad de la Virgen del Carmen, julio de 1989, 26 años después de su llegada, un curtido sacerdote con 57 años, deja la parroquia y es trasladado a Zamora como canónigo de la S.I. Catedral; meses después, en octubre de 1989, es nombrado director del Secretariado de Peregrinaciones, también ejerció como Vice-director del Archivo Diocesano y desempeño la capellanía del Convento del Corpus Christi (Convento del Tránsito, Clarisas descalzas) y de varias asociaciones o movimientos cristianos.

Desde el primer día de su llegada a la histórica parroquia de Renueva, el joven y campechano sacerdote, entró en relación con las buenas gentes de Benavente. Como el mismo diría: “En la cruz formada desde el puente Castro hasta Santa Cristina, desde la Azucarera hasta el castillo de la Mota, tengo mi parcela, mis ilusiones y sueños; aquí me puso Dios para servir y ayudar a todos”. Fueron coetáneos en las otras dos parroquias de Benavente don Eustaquio de la Puente Gómez, en Santa María del Azogue, a su vez era el arcipreste, y don Elías Tocino en San Juan. Ante el lamentable estado que presentan las dos viejas iglesias de la parroquia, Renueva y San Andrés, es necesario tomar una pronta solución, pues aquí no es cuestión de conservar arcos apuntados o bóvedas de cañón, se necesitaba un nuevo templo; sin pesarlo dos veces, decide recuperar los abandonados muros de la calle Ancha, de aquel proyecto paralizado en 1936.

La tarea no iba a ser sencilla, pero con esfuerzo e ilusión, multiplicándose en charlas, conferencias, organizando viajes, excursiones y la colaboración de muchos por medio de colectas, donación de materiales, las obras se iniciaron en 1965 dando como resultado, tres años después, a la actual iglesia del Carmen. Finalizadas estas obras inició la construcción de los pisos y locales parroquiales de la calle Portillo de San Andrés; para dar atención a la zona de la carretera de Madrid compró unos locales que acondicionó para la que hoy es Capilla de San José en la avda. Federico Silva.

Esta obra material no le impidió realizar una amplia labor, social, pastoral y catequética; entendiendo la parroquia como un servicio a la feligresía y a las personales necesitadas, fundó lo que llamó “Centro de la Esperanza”, desplegando un sinfín de actividades y acciones “No solo para dar pan”; partiendo de la idea que no podía estar ausente de las necesidades sociales de hombres y mujeres, pequeños y mayores, organizó cursos de cultura general, mecanografía, taquigrafía, pintura, fontanería, electricidad; en los nuevos salones parroquiales instaló una guardería, un hogar para las personas mayores y actividades para los jóvenes.

Su concepto de ayuda lo extendió fuera de los limites parroquiales, y dentro de sus posibilidades, hizo una aportación de un millón de pesetas para la construcción de la Iglesia de Santiago en el Barrio de las Malvinas, un millón al Seminario Menor de Toro y la donación de un solar de cuatro mil metros a “Asprosub Virgen de la Vega”, asociación destinada a la atención de personas con incapacidad intelectual y sus familias que en la década de los 70 iniciaba su andadura.

Su pasión por el estudio le llevó a investigar la historia de Benavente y sus tierras, escribiendo y publicando, entre otras, una colección de fascículos “Benavente año 70” y el libro “Nueva Historia de Benavente”; con estos trabajos cumplía una doble finalidad, dar a conocer el pasado de la ciudad y recaudar fondos para muchas actividades que realizaba. Las muchas homilías, charlas y conferencia, impartidas dentro y fuera de Benavente, estaban cargadas de sentimientos y emociones que trasmitía a los oyentes; la última homilía que dio en Benavente fue el 27 de marzo de 2018, el segundo día de Triduo al Cristo de la Salud, con motivo del 75 Aniversario de la Cofradía del Silencio, de la que era cofrade.

Esta súplica dirigía al Cristo de las Injurias, de cuya Hermandad era capellán, en la Semana Santa del 2016: ¡Oh Cristo de las Injurias, del amor y del perdón! Eres el Dios misericordioso e infinito perdonador, ten misericordia de mi vida y concédeme el perdón. Todo pasa, pero la obra, el recuerdo y la memoria de este sacerdote ha quedado entre nosotros.

Que la Virgen del Carmen, a la que tenía una especial devoción, como Madre Celestial lo recoja bajo su manto para presentar su alma inmortal ante el Padre. D.E.P.

Julio de Vega.

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