En los pueblos de la comarca de Benavente y los Valles se mantiene a duras penas la tradición de celebrar los carnavales. La desenfrenada pérdida de población y su envejecimiento han provocado que en una buena parte de ellos, y en los últimos años, no se logre ya ni un atisbo de las carnestolendas en las calles. No obstante, esa costumbre festiva, muchas veces invadida por la picaresca y la complicidad, persiste tomando el relevo generacional como si se tratase de un código cultural.
Son los más pequeños, centrados en las localidades donde todavía existen colegios, los que empujan al conjunto de la sociedad. No habrá centro escolar en la comarca donde, de una u otra forma y con la colaboración de las asociaciones de madres y padres de alumnos, no se celebren los carnavales. En algunos centros educativos se celebra el viernes, en otros, el martes, pero se celebran como una jornada especial.
Será este fin de semana, con el Domingo Gordo como referencia, cuando las calles se vistan de colorido con los vistosos trajes, las performances, la recreación callejera del secreto celosamente guardado. Las costumbres ancestrales se han vestido del ropaje de modernidad, quedando reducidas a un más que contado número de poblaciones que las siguen manteniendo, como por ejemplo en Morales de Valverde con sus mascaradas.
Al menos una tradición de las carnestolendas se sigue manteniendo por una buena parte de los pueblos de la comarca, la organización de trabajos comunitarios, la denominada facendera o yera en la jornada del martes de Carnaval en la que los vecinos realizan labores de podas, adecentamiento de jardines o limpieza de calles e, incluso, de mejora de caminos. Tras la faena se comparte una comida de convivencia. Eso es hacer pueblo.